Astrología y cuadros psicopatológicos (2da Parte)
La mirada astrológica sobre la psicosis
Como introducción, podríamos atender a que el común denominador de todos los casos presentados es que en ninguno de ellos existe una estructura básica y elemental del yo suficientemente desarrollada, donde lo emocional, el comando de las funciones psíquicas y la relación con la realidad funcionen como un todo coherente.
La funciones psíquicas representadas por los planetas personales no pueden coordinarse, carecen de un orden estructural. No hay un coordinador de la personalidad. Y estas funciones quedan alteradas: el pensamiento se altera (Mercurio), la vincularidad queda alterada (Venus), la acción queda alterada (Marte), la capacidad de síntesis y de dar sentido de vida queda alterada (Júpiter).
Sin embargo, tengamos en cuenta que este centro coordinador maduro y sólido (Sol) no nace sólo, sino que emerge de la elaboración del principio lunar y saturnino, esto es, de haber atravesado una estructura lunar que lo contuvo, lo nutrió, y permitió su crecimiento, y que luego supo desarrollar la capacidad saturnina de discriminarse de lo simbiótico, saber postergar deseos y aceptar los límites de la realidad.
En el psicótico esta elaboración básica no ha sido llevada a cabo.
Si prestamos atención, lo que terapéuticamente se trabaja en estos casos extremos es la posibilidad de construir a su alrededor una estructura Saturno-Luna capaz de contenerlo: puede ser una institución, el psicólogo, el acompañante terapéutico, la musicoterapeuta, la foníatra, la rehabilitadora, la familia, etc.
Es decir, se requiere construir todo un marco externo para contenerlo y protegerlo del daño que pueden provocarse, tanto a sí mismos como a los demás. Existe un riesgo de daño personal y para otros, y entonces es necesario este marco contenedor y demarcador de la realidad.
Ahora bien, ¿qué profundidad podríamos darle a nuestro encuadre astrológico?
En principio, en astrología los planetas simbolizan funciones que resultan indispensables cumplir para que un sistema se desarrolle en forma saludable. De este modo, considerando que cada sujeto representa un organismo, los planetas simbolizan aquellas funciones biológicas y psíquicas que hacen a un correcto desarrollo como individuos.
Sin embargo, a efectos de la comprensión de los cuadros psicopatológicos, es clave distinguir entre planetas personales (incluyendo a Júpiter y Saturno) y planetas transpersonales.
Las funciones de los planetas personales (incluyendo a Júpiter y Saturno) hacen a la estructuración del sistema del yo. Así, organizados en un mandala, esos planetas simbolizan las funciones psíquicas internas que permiten la constitución del yo y su desenvolvimiento en la interacción social.
Las funciones planetarias constitutivas del yo son:
- La relación Saturno-Luna
- La relación Marte-Venus
- La relación Mercurio-Júpiter
Con el Sol como centro articulador de cada una de estas relaciones.
Las funciones transpersonales
Pero sabemos también que hay otras funciones planetarias, que no están al servicio de la constitución de un yo personal, y que incluso parecen pretender desorganizarlo.
En este sentido, los planetas transpersonales parecen simbolizar funciones vinculadas a generar la posibilidad de que este sistema estructurado en un yo sea sensible a realidades de otro orden y entonces pueda responder a aquello que está más allá de la experiencia individual y personal. Así, los planetas transpersonales cumplen funciones de trascendencia, expansión e integración con el universo.
Es muy ilustrativo referirnos a estas funciones transpersonales como trans-saturninas, porque de inmediato nos sugiere que están "más allá de Saturno", esto es, más allá de la ley de la forma, más allá del límite de las estructuras conformadas.
De esta manera, por definición, los planetas transpersonales ("trans-saturninos") simbolizan funciones que, en principio, son desorganizantes de la forma establecida. Y es clave considerar que desorganizan la estructura conocida para que el sistema sea receptivo –o se revele- a formas o dimensiones que están más allá de la forma cerrada.
Aplicado al proceso de estructuración del yo, esta función de los planetas transpersonales encierra un atractivo y un peligro: el atractivo de la expansión más allá del yo, y el peligro por la desorganización del yo que esa expansión puede implicar. Dicho de otro modo, simbolizan el atractivo de la trascendencia espiritual y el peligro del desequilibrio psíquico.
Las funciones planetarias trascendentes del yo son:
- La función uraniana
- La función neptuniana
- La función plutoniana
En verdad, es fundamental discriminar que los cuadros de psicosis parecen representar reacciones de sistemas que no han llegado a desarrollar un yo integrado, antes que la desintegración de un yo previamente conformado. Y esto quizás pueda marcar una diferencia entre neurosis y psicosis: en la primera existe un yo estructurado que se desordena, mientras que en la segunda no se ha llegado a desarrollar una estructura psíquica sólida.
Entonces, nuestra hipótesis sugiere que la psicosis es una reacción patológica a la energía transpersonal, un desequilibrio que produce el contacto con lo transpersonal y que revela la ausencia de una estructura psíquica capaz de responder a ese contacto.
En verdad, esto pone de manifiesto que para acceder al contacto con lo que está más allá del yo, resulta imprescindible y necesario -aunque parezca obvio- haber previamente desarrollado y estructurado un yo.
Porque si el contacto con lo que está más allá del yo -esto es, con lo transpersonal- ocurre antes de haber desarrollado una personalidad madura, esto será irremediablemente desbordante.
La clave del pulso Saturno-Júpiter
Otra hipótesis que podríamos elaborar es que aquellas estructuras muy sensibles a lo transpersonal son también más sensibles a caer en cierto desequilibrio, si antes no han sabido (o no han podido) organizar un yo maduro y estructurado.
De modo que esta frontera que marca Freud en su clásico cuadro de psicopatologías no es otra que la frontera saturnina.
Neurosis
Perversión
Trastorno "borderline"
FRONTERA SATURNINA
Psicosis
Esa frontera, en realidad, es un límite que comunica dos dimensiones. No es un dique que debe defenderse de lo transpersonal, que debe evitar el contacto con lo transpersonal, sino que es un puente que comunica con lo transpersonal.
Dimensión personal
NEXO SATURNINO
Dimensión transpersonal
Por lo tanto, ese límite debe tener una doble cualidad: ser protectivo de la estructura del yo y, al mismo tiempo, de alguna manera permeable y habilitador de la experiencia transpersonal.
Podríamos decir que, en realidad, la función saturnina debe saber aliarse con la jupiteriana y viceversa, y que cuando esto no ocurre el sistema se desequilibra. Esa frontera es una modulación saturnino-jupiteriana, entre aquello que necesita ser conservado (un yo estructurado) y lo que necesita ser receptivo al misterio (el anhelo de trascendencia espiritual).
Entonces, para animarnos a acceder a lo que está más allá de lo personal tiene que haber sido desarrollada una estructura de personalidad madura. Esto explicaría por qué los desequilibrios que ocurren antes de completarse el primer ciclo saturnino -esto es, antes de los 28 años- resultan más críticos y de un pronóstico más reservado, respecto a los que se producen después.
Al mismo tiempo, ¿cómo podría distinguirse si se está en contacto con lo transpersonal o en delirio psicótico, si se está en contacto con lo sublime o disociado de la realidad?
Aquí cabe una hipótesis. Si quien comunica la experiencia pretendida como transpersonal, actúa excesivamente centrado en su yo, podríamos levantar sospechas de patología. Es decir, es posible -por ejemplo- tener la percepción de entidades sutiles, pero si yo traduzco este contacto con lo sublime y numínico como "un mensaje que <personname productid="la Virgen María" w:st="on">la Virgen María</personname> me dio respecto a una particular misión que tengo que comunicar a los demás...", es probable que el yo se haya inconscientemente apropiado de un contacto transpersonal. ¿Por qué? Porque, en verdad, el protagonista de la experiencia transpersonal no es el yo, sino la cualidad transpersonal en sí misma.
Y esto es algo que delata con mucha precisión lo apropiado o inapropiado del contacto con lo transpersonal. Si hay un yo que cree estar protagonizando la experiencia, podemos sospechar un desequilibrio. Y esto se vincula con la característica autorreferencial que ya fue descripta al analizar la paranoia.
En principio, la sensación de protagonismo ya resulta inapropiada para el contacto con lo transpersonal. Lo transpersonal remite al misterio. Que una experiencia resulte transpersonal significa que no puedo tener certeza racional de aquello que sea exactamente lo que estoy percibiendo. Estamos en contacto con el misterio.
En realidad, nunca podremos saber con absoluta convicción y certeza qué es Urano, qué es Neptuno y qué es Plutón. Por su propia naturaleza, no podemos saber de modo definitivo qué representan esas cualidades, porque su función es comunicarnos con lo universal, con lo que está más allá del entendimiento y –poniéndolo en astronómico- fuera de los límites del Sistema Solar.
En este sentido, Urano, Neptuno y Plutón son el nexo del Sistema Solar con el resto de la galaxia, tienen la paradójica función "dentro del sistema" de comunicarnos con lo que está "fuera del sistema", y recordarnos nuestra pertenencia al Cosmos.
Los planetas transpersonales y los tipos de psicosis
Pero, ¿cómo podemos vincular a los planetas transpersonales con los tres cuadros de psicosis que presenta la psiquiatría clásica? Exploremos entonces estas posibles correspondencias.
La paranoia y la psicosis alucinatoria parecerían responder a un desequilibrio respecto a la cualidad neptuniana. Claro que cabe el interrogante: ¿qué es la alucinación? ¿la generó mi mente o es una forma sutil que efectivamente percibí?
Por ejemplo, en estado de meditación lo que se percibe no está generado por la mente del individuo, en el sentido que su percepción coincide con la percepción de todos aquellos que practicaron la misma meditación: todos percibimos el mismo estímulo auditivo, todos vimos algo parecido, cierto resplandor, luminosidad, etc... Es muy poco probable que se trate de una imagen generada por la mente, sino más bien de un estado de percepción alterada que abre niveles de mayor sensibilidad. Desde esta sensibilidad expandida es capaz de registrar aquello que ya está presente, pero que no es perceptible con la sensibilidad de nuestro estado ordinario de percepción.
De este modo, el delirio y la alucinación representan una deformación de lo neptuniano, una traducción incorrecta de aquello con lo que el estímulo sensible de Neptuno permitió entrar en contacto. Neptuno no tiene la función de provocar confusión o generar alucinaciones, sino la apertura sensible a la percepción de otro orden de realidad.
Por ejemplo, gracias a Neptuno yo puedo percibir el déficit o la carencia de amor que mi vínculo de pareja está teniendo. Pero, si esto lo traduzco como "entonces tiene un amante" (delirio celotípico) estoy interpretando de un modo incorrecto lo que percibí correctamente; es decir, estoy construyendo una interpretación incorrecta de una percepción correcta. También podríamos decir que por no contar con una estructura de personalidad suficientemente madura, la percepción de una situación objetiva ("falta amor en mi pareja…") se traduce en términos muy lunares, en extremo personales y subjetivos ("quiere a otro, no me quiere más a mí…").
Por su parte, la esquizofrenia tal como fue comentada (es decir, como este corte abrupto entre emociones anuladas por un lado y el cuerpo y mente por el otro), se corresponde con una distorsión de la cualidad de Urano.
En realidad, Urano no es esto. Urano es la experiencia de la libertad y creatividad del universo, la posibilidad de percibir que, en realidad, estoy protegido en lo abierto y estoy contenido en lo libre, que no necesito cerrarme en formas pretendidamente definitivas para sentirme protegido.
Urano propone una experiencia de difícil aceptación para lo humano: estar abierto a que cualquier cosa puede ocurrir y que no hay forma de "reducir a cero" el riesgo. Esto es intolerable para el yo que intenta proyectarse hacia el futuro con cierta previsibilidad.
De este modo, la esquizofrenia parece una reacción extrema a este grado de incertidumbre que anuncia la cualidad uraniana. Representa una reacción de corte o pérdida definitiva de contacto con la realidad, que deja en evidencia lo intolerable que resulta participar de ella siendo consciente de esta imprevisibilidad existencial.
Por último, la psicosis maníaca-depresiva se caracteriza por "picos de subas y bajas", donde aparece la culpa, la pulsión, la impotencia y la omnipotencia. Todo parece relacionarla al contacto con la cualidad de Plutón.
En verdad, la conducta que busca culpables está delatando la incapacidad de ese yo para sostener el dolor de la experiencia. Plutón es la función que nos permite reconocer la presencia del dolor como constitutiva de la realidad. Sin embargo, la búsqueda de culpables indica la no aceptación de que el dolor forme parte de la realidad, sino que "el dolor debe tener un responsable, es un error, una falla deliberada". Buscar un culpable del hecho doloroso, delata la fragilidad con la que se está expresando la función saturnina y que lleva a que la persona no pueda sostener la intensidad plutoniana que ese acontecimiento está proponiendo.
Dimensión personal:
NEUROSIS
Histeria
Neurosis obsesiva
Fobia
PERVERSIÓN
TRASTORNOS "BORDERLINE"
FRONTERA SATURNINA
Dimensión transpersonal:
PSICOSIS
Paranoia (distorsión neptuniana)
Esquizofrenia (distorsión uraniana)
Maníaco-depresiva (distorsión plutoniana)
Como conclusión, podemos decir que teniendo una presencia importante y enfatizada de transpersonales en una carta natal, resulta clave desarrollar tonicidad saturnino-jupiteriana para poder elaborar aquella desorganización que, por su propia función, los planetas transpersonales tienden a promover.
En cambio, recurriendo al mandala de planetas personales, podríamos decir que las neurosis y las perversiones más habituales resultan más accesibles a la conciencia y que, por lo tanto, representan las patologías características de lo que podríamos denominar «dimensión personal».