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Cielo y Tierra

El arquetipo cósmico de la dialéctica edípica
 

Introducción

Los seres humanos somos una especie de ensamblaje no del todo logrado entre diferentes aspectos que nos constituyen. Nuestra naturaleza es compleja.

A grandes rasgos podríamos agrupar dichos aspectos por un lado, en aquellos que están sujetos a devenir, y Aquello que no lo está. Entre los primeros, nos referimos a los factores que están sometidos a condiciones de espacio – tiempo: tienen cierta duración, ocupan un lugar, nacen, se desintegran, etc. Aquí podríamos incluir no sólo al cuerpo, sino también a todo el bagaje de pensamiento – emoción. Este hecho – el de incluir en el orden sensible o material a las emociones y el pensamiento-, era reconocido entre los orientales y los griegos. Por su parte, hoy en día las neurociencias coinciden con aquellas antiguas culturas al hablar de un eje mente – emociones – sistema nervioso - endócrino, ya que comprueban su funcionamiento unitario: una correlación innegable entre neurotransmisores, hormonas y estados psicológicos. De modo que, nos sea fácil admitirlo o no, ese eje está del lado de lo corpóreo, sujeto al condicionamiento y a las determinaciones propias de lo material.

Respecto de la segunda clase de factor, es indudable que en el hombre también hay algo indefinible, relacionado con su posibilidad de autoconciencia, algo "no corpóreo" pero que necesita de eso para expresarse. Más allá de todos los cambios en el cuerpo, en el pensar, o en el sentir, hay algo que no es del orden de la transitoriedad. 
En cierto modo, en astrología estudiamos el "cruce" entre ambos órdenes.

Si somos sensibles, y miramos nuestras vidas con cierta perspectiva, podremos percibir un hilo invisible ordenador de los procesos, una profunda inteligencia operando cíclicamente en ellos; y como resultante, un entretejido constante entre lo que aporta la sustancia y aquello que va informándola.

En realidad, este orden de despliegue sucede en todos los reinos, pero sólo es el hombre quien tiene la posibilidad de conscientizarlo. Debido a esto, la condición humana se caracteriza por una tensión que le es inherente.

Esta sed de comprensión es esencial a lo humano, y por eso desde tiempos inmemoriales el hombre mira al Cosmos e inquiere; se pregunta sobre su origen, el propósito de la existencia, o su lugar en el universo.

La cualidad de "punto de cruce" propia del hombre, generadora de incerteza –"no somos seres celestiales pero tampoco animales, ¿qué somos?"-, establece un rasgo peculiar: La necesidad de un equilibrio dinámico, siempre renovado, entre cada uno de esos aspectos que intervienen en nuestra constitución. 
Este carácter enigmático de la condición humana, nos hace percibir que en nosotros hay algo que no está completamente "dado". Hay una carencia que permanentemente necesita ser nutrida, y que no es del orden del alimento material. Sin duda, tenemos aspecto humano. Pero, ¡cuántas veces hemos sentido que no alcanzó con ser paridos físicamente, y que una y otra, y otra vez estamos pariendo, "dando a luz", en un orden psicológico! Y esto, si tenemos la suerte de poder parir. Porque generalmente sentimos los dolores del parto, pero ni nos anoticiamos de la gestación de algo. Esto no sucede con los otros reinos conocidos. A los animales, por ejemplo, todos le reconocemos su condición de tal desde que nacen. En ellos hay corporeidad, también está la inteligencia biológica que acompaña su desarrollo. Pero no encontramos ese punto de cruce propio de nuestra condición que instala la dimensión del inquirir frente a los misterios de la existencia. 
Les propongo considerar este tercer factor, que introduce un movimiento dialéctico esencial para la emergencia y actualización –en el sentido de " puesta en acto"- de nuestra humanidad. Este factor de engarce, de articulación entre la dualidad, impulsa el entrelazamiento perpetuo en una espiral sin fin entre los dos órdenes; y al mismo tiempo, mientras "va ligando" los otros dos, despliega inteligibilidad , y nos humaniza. 
A continuación, tomaremos como referencia para tratar esta cuestión, a la mitología, al psicoanálisis y a la astrología. Veremos si la combinación de estos diferentes campos aportan algo de luz y comprensión al tema.

Cielo, Tierra y el Rayo vinculante en mitología

En mitología , aparecen dos planos de vigencia de esta dinámica entre dos polos , que corresponden a diferentes órdenes de realidad:

  • En primer lugar, hallamos en las diferentes culturas una especie de célula bipolar muy abstracta, metafísica y preformal, nunca del todo definible desde lo verbal, denominada casi poética y alusivamente como "Cielo y Tierra".
  • En segundo lugar, aparecen ya manifestados en los variados panteones, las distintas parejas de deidades antropormofizadas, pero con poderes divinos. Se hacen estatuas y adoraciones en su honor. A partir de este nivel estamos en una dimensión concreta, con forma definida, asequible desde lo conceptual.

A. Características comunes de la "célula bipolar primordial" en las diferentes mitologías:

El primer matrimonio sagrado (hierogamia), es el del Cielo y la Tierra. Esto es una constante en la mitología universal. Podemos rastrear este motivo de un dipolo primordial a lo largo de toda la civilización. Tal vez, la pareja más familiar para todos nosotros sea la de Urano y Gaia. Pero si nos tomamos el trabajo de hacer una rápida revisión en algún buen libro de mitología universal, encontraremos muchos más ejemplos ilustrativos al respecto [1].

Principio Cielo:

Todas las mitologías coinciden en lo siguiente:

  • El nombre que designa a este "Poder Celeste" en las diferentes lenguas siempre está asociado en su significación a lo luminoso, lo elevado, el cielo, el Padre [2].
  • Otra importante característica es que cumple una función inaugural , y luego permanece insondable, abstracto, desconocido . No tiene imágenes ni sacerdotes. Es "Aquello de lo cual nada puede decirse", "el Nombre impronunciable", la "Voz del Silencio". Por ejemplo, en la mitología griega, de Urano, la deidad celeste, después de su unión con Gaia – de la cual se originan los primeros dioses-, no nos queda nada "ni siquiera una imagen; su culto eventual fue usurpado por otros dioses, en primer lugar por Zeus" [3] Otro tanto sucede con Anu -nombre que significa "elevado", "cielo" -, dios supremo del panteón babilónico.
  • Siempre, es símbolo de trascendencia, inmutabilidad, fuerza, infinitud, poder . Pero, asimismo, se lo relaciona con la ley, la justicia Está íntimamente vinculado al concepto de norma cósmica , a la idea de orden universal . Es el custodio de los contratos morales y el garante de la perennidad de los ritmos cósmicos. Su función es también inicial. No se le conocen estatuas porque es inaccesible, amorfo. En cambio, sí se conocen esculturas de los dioses creadores en cuyo honor se realizan fiestas de adoración: Marduk, por ejemplo en Babilonia, que oficia como dios creador al igual que Zeus, en GreciaEs decir, en todos los casos encontramos una deidad celeste con un papel esencial, fundamental, pero que permanece en la soledad y abstracción, y que es inalcanzable e incognoscible desde nuestra perspectiva humana , y que al mismo tiempo, deja en su lugar un demiurgo , deidad creadora más accesible a nuestra psicología.

Principio Tierra:

Las variadas mitologías coinciden en que:

  • Es la Madre – Materia; aquélla que posibilita nuestra manifestación objetiva, el tener un cuerpo: provee la sustancia.
  • Nos nutre, alberga y protege.
  • Desempeña un papel pasivo, en el sentido de que es lo fertilizado.
  • Está relacionada con la inmediatez la extensión , el lugar , lo espacial. Simboliza el suelo, lo que nos sostiene.
  • Es la fuente inagotable de existencias. En ella nacemos pero también en ella morimos. De ahí, los numerosos ritos de parto y funerarios en la tierra: En diversas culturas se hace nacer a los bebés sobre la tierra. Y todos conocemos la costumbre de enterrar a nuestros muertos.
  • Debemos distinguir este principio abstracto femenino, la raíz de la materia, la materia en su indeterminación [4], de su expresión concreta en niveles con forma, condicionados, determinados, correspondiente a las diferentes diosas matriarcales.
  • Dentro de éstas reconoceremos a deidades matriarcales telúricas , pero también a deidades lunares.Ambas tendrán capacidades nutricias y estarán asociadas al devenir , al nacimiento, la decrepitud y la muerte . Podemos preguntarnos por qué las diosas de la naturaleza terrestre y las lunares comparten estas características. Esta síntesis " luna –tierra- madre" tiene una explicación: Plutarco nos dirá que el hombre atraviesa dos muertes : La primera, tiene lugar en la morada de Deméter ( Tierra) cuando el cuerpo se separa del grupo psyché-nous y vuelve a convertirse en polvo" [5]La segunda, " tiene lugar en la Luna , en la morada de Perséfone, cuando la psyché se separa de nous y se reabsorbe en la sustancia lunar" [6]. Es decir, que tanto la función lunar como la terrestre consisten en proveer "cuerpo" para la expresión de nous, -principio inteligente-. Sólo que lo lunar involucra la dimensión corpórea psíquica "pensamiento – emoción"; y lo terrestre el cuerpo físico. El lenguaje mitológico, nos está diciendo que la luna provee la sustancia para nacer con un dispositivo mental y emocional; y la tierra provee el cuerpo físico.

El tercer factor vinculante, que "liga"

Vimos que en todas las mitologías aparecen un poder celeste y un principio maternal. Ambos viven entrelazándose indefinidamente por medio de una función vinculante que asume las siguientes propiedades:

  • El lejano e inaccesible Poder Celeste patriarcal demasiado diferente respecto del orden de lo humano, se expresa y conecta periódicamente a través del "Verbo". Su "Voz" , es el trueno, el relámpago, lalluvia, el rayo. Efectivamente estos nombres designan a dioses conocidos por todos nosotros: Zeus, Júpiter y Thor entre otros.  [7]
  • Este tercer aspecto hace de puente entre ese principio paterno inteligible pero inefable, y el principio maternal que sirve de fundamento para todos los planos objetivos de la naturaleza.
  • Es un principio electrificado  [8] que posibilita la aparición de la vida. Podríamos considerar esta función como un " poder representativo" (en el mismo sentido que un "delegado" oficia de portavoz de algo o alguien). Este principio "despliega cíclicamente", actualiza en niveles objetivos, el propósito ordenador y generador de sentido de ese otro aspecto paterno celeste, desconocido; y va dejando su impronta en la moldeable sustancia, "in-formándola" (imprimiéndole o renovando su forma). Es decir,vincula, liga los polos Cielo y Tierra.

Para comprender la función de este tercer factor debemos agregar una dimensión más: No pensar meramente en un Cosmos que ya fue creado en el pasado. La idea es que este rayo , este poder está permanentemente "viniendo a ser" , y permanentemente está "informando" a la materia, organizándola. De "instante en instante" hay sentido desplegándose, manifestándose. De la palabra Logos (voz gr. que significa verbo, razón) derivanligar, inteligir, legal, las cuales tienen la misma raíz. Por lo tanto, del movimiento vinculante entre estos dos principios polares, adviene la inteligencia. Esta, necesariamente implica la idea de proceso, de movimiento de despliegue ordenador en el presente. Y en este sentido podemos diferenciarla de intelecto , como lo "ya depositado", la información intelectual o perceptiva convertida en memoria (conceptos, imágenes) De hecho, uno de los significados del vocablo religión es "re-ligar". Esto enfatiza aún más lo decisivo de comprender la función de este tercer elemento en la vida humana. Si hacemos caso a la etimología, entonces, "ser religioso"no implica la creencia en dogmas. Estos forman parte del intelecto, de lo ya estratificado. La religiosidad genuina consistiría en la emergencia creativa, renovada,de esta vinculación o ligazón, la cual al mismo tiempo que nos ordena y armoniza, nos abre la puerta a lo inefable, a lo sagrado.

  • La importancia de los tres factores se evidencia en el énfasis dado a las trinidades en mitología y en religión [9]

B. Nivel corpóreo de la dualidad: El panteón de los dioses 

Desde estos principios primordiales inaccesibles a nuestro pensamiento, emanarán, como veíamos más arriba, toda la jerarquía de cosmocratores o constructores: las familias de los dioses. Aquí continuaremos observando los aspectos duales que expresarán las características de ese par inaugural. 
En este nivel encontramos estatuas, rituales de adoración, formas mucho más definidas. Conocemos numerosas historias acerca de Zeus y de Hera, de Osiris , Isis y Horus, y de tantos otros. Esto es porque corresponden al plano de la imagen, de lo ya verbalizado, y por lo tanto, de la memoria, a diferencia de la Madre y Padre primordiales de los que se dice poco y nada, como vimos. 
Es decir, ya estamos en un plano de conceptualizaciones hechas, en un nivel de registro, de depósitos compartidos, de grandes moldes psíquicos que nos referencian, que ofician como códigos en los cuales nos reconocemos como actores de una única gran obra de teatro. Este orden se corresponde con las imágenes arquetípicas acumuladas en la historia de la humanidad: estamos en el nivel de psiquismo colectivo, de surcos psíquicos o patterns recorridos una y otra vez por los hombres. 
Son las modalidades compartidas con las que hemos ido respondiendo a esas energías abstractas primordiales. Podemos reconocer nuestra propia historia en ellos, porque en tanto personas , nuestros contenidos psíquicos estarán constituidos por esa sustancia colectiva. 
Sin embargo, notamos que aquí ya no hay " frescura", "acción libre ". Aquí hay repetición, una especia de coreografía mecánica que actuamos una y otra vez de la misma manera.

Del mismo modo que el hombre fertiliza con esperma a la mujer, concibiendo un nuevo ser; así también en niveles cósmicos, colectivos, e individuales, el Rayo -representante de aquel Poder que permanece en un orden implicado-, fertiliza la sustancia cósmica, colectiva, e individual renovando la forma, recreándola, insuflándole nueva vida. Sin embargo, desde los patrones psíquicos colectivos esta energía es percibida como amenazadora. Y en cierto sentido lo es. Este tercer factor es vivificador de la forma, y para eso "arrastra" o transforma lo añejo. Si estamos fuertemente identificados con las huellas dejadas por experiencias ancestrales, entonces significaremos como destrucción nefasta algo que al mismo tiempo que "barre" con lo viejo, lo renueva.

La estructura triangular en psicoanálisis

Freud hace girar nada menos que la mismísima constitución del sujeto humano alrededor de un eje conformado por tres factores: la trama edípica " Padre – Madre – pene" . La intuición freudiana no estaba errada. Efectivamente, hay una dinámica nuclear básica trina que nos caracteriza. La cuestión es que esto no es exclusividad del hombre, sino que responde al orden de despliegue y repliegue del Cosmos mismo, del cual el hombre es parte y reflejo. 
A Freud, su paradigma le impedía ver que ese "Padre", la "Madre" y "el pene" son expresiones reduccionistas de tres grandes principios constitutivos y activos no sólo en la psique humana, sino en el Cosmos. 
Detrás de él, Lacan, intenta no restringir lo edípico a un nivel meramente empírico dependiente de la "novela familiar". Comprende que aquí hay mucho más involucrado que la mera historia con papá y mamá –aunque ésta constituya un nivel de corporización de esa dinámica-. Así es como Lacan logra diferenciar dos órdenes, unoestructural y otro histórico. El primero es más abstracto y general: todos los hombres nos enfrentamos a lo edípico –y esto siempre involucra una estructura trianguar [10]-. El segundo, el histórico, se relaciona con los personajes que encarnarán la dinámica triangular edípica en niveles concretos. 
No pormenorizaremos los avatares del atravesamiento edípico, porque esto en sí implicaría todo un curso de psicoanálisis. Pero me interesa remarcar que la estructura edípica tiene como factor pivote central, un tercer elemento , el "Falo" [11] alrededor del cual gira la dinámica del vínculo con el padre y con la madre. Este tercer aspecto que vehiculiza la elección edípica instala la función significante –generadora de sentido- y con ella, la posibilidad de convertirse verdaderamente en un sujeto humano. 
Etimológicamente, "Falo" (del gr. f aλός), significa luminoso, brillante. 
¿Se observa aquí la asociación posible entre "falo simbólico Función Significante", y el " Rayo, trueno, lluvia, o lo luminoso", ese tercer factor portavoz del Padre supremo celestial en los mitos. Es decir, que en Psicoanálisis, así como en mitología, aparecen una "trinidad" básica: Padre – Madre – "Rayo/ Falo / Función Simbólica". 
Un detalle para destacar, es que Lacan prefiere hablar de tres tiempos lógicos" del Edipo, en lugar de"cronológicos" : para enfatizar que el Edipo no se resuelve en determinado momento de la vida y "ya está". Por el contrario, la función significante –es decir, generadora de sentido- se efectiviza en diferentes momentos de la vida del sujeto posibilitando captar algo de la "verdad" del sujeto. De modo que, "al Edipo" , estamos permanentemente renovándolo. Si bien hay un momento estructurante decisivo –alrededor de los 6 años-, no obstante esta dialéctica reaparece y se actualiza una y otra vez. 
Nos dice Lacan que la emergencia de significación, posibilitada por la instalación de la Función Simbólica, adviene de "un orden radicalmente distinto" al de nuestra conciencia centrada en el yo. Proviene de un orden nunca del todo explicitado o conocido. Este orden se expresa de forma pulsátil. Como si a veces "se abriera" y posibilitara comprender algo de "la verdad del sujeto" ; y otras, se cerrara, quedando, entonces en el campo del yo ordinario. 
Me doy cuenta de que este tema de lo edípico en psicoanálisis expuesto tan sintéticamente es algo críptico Sin embargo, tal vez de todos modos podamos hacer este ejercicio de ver cómo desde distintos lugares y disciplinas, hay captaciones semejantes a pesar de la distancia en las categorías conceptuales. 

En lo que vimos –tanto en las mitologías como en psicoanálisis- hay intuiciones de la necesidad de intervención de tres principios u órdenes en el despliegue de lo propiamente humano.

Los tres órdenes en Astrología y "la metamorfosis de explicación"

Dos importantes nociones tomadas de la Físico – Matemática vienen en nuestro auxilio para ayudarnos con dos cuestiones: 
-poder reconceptualizar una astrología que se discrimine de su versión clásica "lineal- mecanicista" correspondiente al paradigma newtoniano. 
-reconocer la presencia en el quehacer astrológico de estos tres factores analizados ya en la mitología y en el psicoanálisis en los apartados anteriores. 
1) En primer lugar, tomemos la noción de orden implicado , concebida por D. Bohm. Este orden "plegado hacia adentro" se refiere a esa dimensión de la realidad en que la totalidad "es" de manera indivisa. En él, las coordenadas cartesianas de espacio-tiempo no son aplicables, tal como sí sucede en nuestra realidad perceptiva cotidiana, es decir, en el orden explicado . Según el autor, el universo implicado "viene a ser", se convierte en explicado, por medio de las metamorfosis de explicación; y también, por medio de las metamorfosis de implicación vuelve a "envolverse" en el orden implicado. 
Si tenemos presente lo desarrollado en los apartados anteriores a este orden implicado podríamos relacionarlo -recurriendo a una figura metafórica-, con el Padre Celeste de la mitología, y con el Padre Primordial en Freud. El orden explicado , por su parte, podríamos asociarlo con la sustancia informada , organizada, concreta –lanaturaleza maternal de la mitología- y con la función maternal en psicoanálisis. Finalmente, la metamorfosis deexplicación se correspondería con el tercer factor vinculante: el Rayo, el Trueno – en mitología-, y con la "Función Fálica – significante" –en psicoanálisis-. Estas relaciones las realizamos en el plano de la analogía, el cual ha probado su prolífica capacidad generatriz en el orden de lo psicológico – simbólico. 

Veíamos, entonces, que el Universo tanto macro como microcósmico está viniendo a ser en forma constante. Los hindúes se referían poéticamente a la cuestión como " las inspiraciones y espiraciones de Brahma". Estepulso de la Vida, esta especie de "sístole –diástole" cósmica, está íntimamente relacionada con la concepción aristotélica del movimiento , y con la concepción astrológica actual del mismo. 
La concepción mecanicista del movimiento, fue adoptada por la astrología clásica. En ella, " mover" implicaba, meramente desplazar en el espacio físico Consecuentemente, desde una astrología con esta perspectiva mecanicista y fragmentaria, los aspectos astrológicos aislados de la totalidad cobraban determinación en sí mismos y tenían un significado estático. Por lo tanto, según esta mirada, el año en que, por ejemplo, Saturno hacía conjunción a mi Sol, era mejor "no salir de casa". 
Para Aristóteles, en cambio, el desplazamiento físico era sólo uno de los aspectos del movimiento. El otro aspecto -tal vez el decisivo-, era el de traer de la potencia al acto, esto es, posibilitar la expresión plena de algo. 
Vemos así, cómo las concepciones de Bohm y de Aristóteles se relacionan. 
Es decir, que los movimientos celestes implican el continuo despliegue de Algo que está implicado, envuelto, pero perpetuamente "viniendo a ser", explicitándose –y al mismo tiempo-, también está replegándose, saliendo de la manifestación-. 
Distinguimos, en el movimiento estelar, entonces, dos órdenes: Por un lado, el desplazamiento físico en el espacio , y por el otro, el despliegue de significado . Algo así como el continuo encadenamiento de palabras que a medida que se van verbalizando y que van emergiendo desde un trasfondo, son portadoras de significación. 
Cuando miramos el cielo y observamos las distintas posiciones estelares, simultáneamente estamos percibiendo:

  • El espacio sideral, la matriz proveedora de la sustancia a través de la cual se va diferenciando y actualizando el universo (el aspecto "Madre" en mitología).
  • El movimiento cíclico , constituyente de los diferentes ritmos astrológicos, y símbolo de esta cualidad vinculante, portadora del "orden germinal" que vivificará , fertilizará a la sustancia ( lo "luminoso", el "rayo", la "lluvia", en mitología ).
  • Finalmente, un trasfondo enigmático y necesario del cual emerge todo orden visible. "Eso" que nos deja sin habla cuando miramos el cielo. "Eso" que intuimos como fuente de toda inteligibilidad. Ese Padre Celeste inefable, envía periódicamente su voz " en el rayo, el trueno o la lluvia", fecundando, portando vida. Este es el motivo por el cual Zeus tuvo tantos hijos en el mito: desde este sentido alegórico, el rayo alude a esa función seminal que rítmicamente pulsa significación, inteligibilidad.

Desde esta mirada astrológica, el movimiento , el ritmo , dan expresión a una "danza estelar" con acercamientos, encuentros y distanciamientos rituales que generan los ciclos con sus variadas fases: conjunción, cuadratura creciente, oposición, cuadratura menguante, hasta una nueva conjunción. A partir de esa ciclicidad se van formando maravillosas formas geométricas, portadoras y renovadoras de sentido. 
Si concebimos en este Cosmos por lo menos dos órdenes que se entrecruzan, entonces, este movimientopermanentemente está desplegando significación, y por lo tanto sólo podremos ir captándola a medida que ésta se vaya "abriendo", y actualizando ante uno. 
De modo que, cuando en astrología abordamos el estudio, por ejemplo, de un ciclo Sol –Luna, no miramos al Sol, a la Luna y a los aspectos que forman entre sí en determinados momentos como entidades aisladas. Más bien, observamos una especie de danza cósmica en la que el Sol, la Luna y la Tierra, son "actores" convocados a una obra en la cual a partir de su desplazamiento van conformando diferentes figuras coreográficas que posibilitan el despliegue y la manifestación de significado. Estas figuras cobran sentido en relación con la totalidad que constituyen (un ciclo completo).

  • Tomar segmentadamente una cuadratura Sol – Luna es como considerar ciertas figuras coreográficas de la danza, o ciertos compases de una partitura, aisladamente, de manera estática: Nos hace caer en una percepción astrológica de engranajes que –entre otras cosas- nos impide ser sensibles al "misterio" de la vida abriéndose, desplegándose perpetuamente ante nuestros ojos. Entonces, forzosamente "cae" también, la posibilidad de alimentarnos con significación creativa, instalándose la repetición memoriosa mecánica.

2) En segundo lugar, consideremos la noción de holograma. Etimológicamente significa "escritura de la totalidad".Tiene la característica de que cada parte constitutiva del mismo, contiene información del todo. Esto es bien claro en lo biológico. Aceptamos naturalmente que una célula –una pequeña parte del organismo- es un holograma, ya que a partir de ella podemos clonar un cuerpo completo. En cambio, nos cuesta mucho más pensarnos como "hologramas o escrituras de la totalidad cósmica". Sin embargo, esta es la visión astrológica: el hombre como una célula del cosmos, y por lo tanto, conteniendo información de la totalidad. 
Una visión holográfica de la Astrología, nos posibilita comprender que la dialéctica trina es común al hombre y al Cosmos. Entonces, estos tres principios están siempre entretejiéndose tanto en el Cosmos como en el hombre, y por lo tanto, indagar en uno, remite indefectiblemente al otro. 
Considerar al movimiento como mero desplazamiento en el espacio, es resignarnos a hacer una astrología predictiva de manual; y lo que es más triste, es condenarnos a considerar el cosmos como algo externo a nosotros, y por lo tanto, enajenarnos de nosotros mismos. Ya que vimos, que, como "escrituras de la totalidad", mirar el cielo, es mirar en nosotros mismos.

Reflexiones Finales

De los tres campos vistos –mitología, psicoanálisis, astrología-, creo que ha quedado expuesta la necesidad de ir haciendo consciente el "entretejido" perpetuo entre los tres factores para constituirnos verdaderamente en "humanos". En la Vida, si no alcanzamos a percibir ese punto clave, dinámico, de intersección que los engarza; algo de nuestra "humanidad" cae, se desarma, se fragmenta. 
El misterio de lo humano consiste en que no podemos comprender genuinamente un aspecto de nuestra naturaleza sin la presencia simultánea de los otros dos: cada uno cobra cabal sentido en relación al otro. Son los tres órdenes hilándose entre sí los que posibilitan la magia emergente de lo verdaderamente nuevo y creativo. 
Tanto en el Cosmos como en el hombre hay una dimensión nunca del todo revelada, hay otra manifiesta, y hay una perpetuamente " viniendo a ser" . Esta última alude al Rayo, en mitología, al significante fálico en psicoanálisis, y al movimiento cíclico en astrología. No es un movimiento mecánico ni ciego. Revela un propósito y una inteligencia –como bien lo sabemos al observar los tránsitos de los mapas individuales o de naciones- que nunca deja de maravillarnos y asombrarnos. 
Estas correlaciones entre la mitología, la astrología y el psicoanálisis nos permiten percibir una identidad entre el Cosmos y el hombre, una estructura análoga: Ambos tienen una estructura psicofísica... y no, meramente física.
Mirado desde este lugar, el proceso de individuación en el hombre, no es independiente del despliegue del Cosmos. Y viceversa: ir integrando con la conciencia los nuevos contenidos emergentes, es religarnos con el Cosmos– es decir, es hacer consciente nuestra identidad esencial con él. 
Este despliegue – apertura de sentido, lo observamos a través de los ritmos y ciclos celestes, la " Voz del Logos", de los griegos. Por lo tanto, ser receptivos a estas verdaderas "stargates" rítmicas que estudiamos en los tránsitos, nos provee del alimento que hace cesar la angustia de nuestra incerteza. 
Y precisamente, hoy los seres humanos nos encontramos frente a uno de esos momentos de "emergencia" de significación, en que el pulso de la Vida se abre ante nosotros. Es un período de desafío, un punto de inflexión en que este tercer factor de despliegue -repliegue se expresa produciendo una renovación estructural en la sustancia, acompañándola de un "arrastre" de formas viejas ya inadecuadas para lo que viene. 
Siempre hay renovación de significado, pero esta renovación periódica puede corresponder a ciclos menores o a ciclos mayores, y la energía de atención e indagación que necesitamos, no es de la misma intensidad: por ejemplo, astrológicamente la renovación exigida durante la fase de receptividad del ciclo Sol –Luna, no es equiparable a la de una repolarización en la fase siete de un ciclo anual. 
Estamos atravesando dos importantes transiciones: Por un lado, un pasaje desde la era de Piscis a la de Acuario; pero también, un cambio de fase correspondiente al ciclo mayor de alrededor de 25.000 años, un Año Sideral. 

.."este es el período más extraordinario de la historia de la humanidad. (...) ...estamos entrando en una ronda mayor del zodíaco, y esto coincide con la actividad zodiacal menor, porque Acuario rige al ciclo inmediato mayor de 25.000años, y es también el signo en el que entrará el Sol por un período de 2300 años –evento muy extraordinario y pleno de importancia en nuestra historia planetaria-". A. Bailey

Esto implica una renovación de orden, con cambios estructurales nunca vistos antes por la Humanidad. Estas transformaciones, no sólo afectarán lo humano, sino a todos los reinos, es decir, al planeta mismo. Hay numerosos indicios objetivos –explosión demográfica, crisis económica, agotamiento de recursos no renovables, etc-, que señalan el colapso del sistema y el desmoronamiento de un orden viejo. 
¿Estamos preparados para ir respondiendo a lo que viene, acompañándolo conscientemente, y así ir favoreciendo la transición? ¿O dificultaremos el pasaje aferrándonos con fuertes identificaciones a viejos hábitos mentales y emocionales -patterns afectivizados en los cuales nos reconocemos-, que rápidamente están siendo "barridos"? 
Esta renovación viene impulsada desde otro orden, según vimos. Nos guste o no avanza indefectiblemente. Es nuestra responsabilidad ("respuesta – hábil"), decidir si somos receptivos al movimiento del Cosmos, o si ingenuamente nos resistimos a él.

[1] Otros ejemplos: Entre los maoríes encontramos al Cielo Rangi, y a la Tierra Papa., en América del Norte entre los siux, los hurones, los hopi y los zuñi aparece también este binomio cósmico, y tanto en las mitologías de Oriente, como en las egipcias o entre los pueblos germanos, esta pareja primordial desempeña un papel cosmogónico fundamental.
[2] Ver Tratado de Historia de las Religiones cap .2, de Mircea Eliade. 
[3] Idem Ant. 
[4] Entre los griegos denominado Hylé ; y entre los hindúes Mulaprakriti 
[5] Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, Cap. 4 
[6] Idem ant. 
[7] Para más ejemplos, ver libro op. cit., cap.1, pto24.
[8] "En el Universo Manifestado existe "algo" que une el Espíritu a la Materia, el Sujeto al Objeto" (...). Este algo, (...) es el "puente" por el cual las Ideas que existen en el Pensamiento Divino, pasan a imprimirse en la Sustancia Cósmica". H.P.Blavatsky, La Doctrina Secreta, T.1
[9] Ej.: Osiris, Isis y Horus; Brahma, Vishnú y Shiva; Padre, Hijo, Espíritu Santo, etc.
[10] En su versión "estructural" de la trama edípica, el tres ronda permanentemente: Tres son los tiempos lógicos del Edipo, tres son los registros que constituyen la psique humana. Y, finalmente, es un tercer factor el que interviene en la resolución del Edipo posibilitando el completamiento de la "humanización" del sujeto, lo cual en términos lacanianos es denominado " el pasaje definitivo al orden simbólico". Este punto es tan crucial en la teoría psicoanalítica, que será el factor decididor de nuestra salud o enfermedad psíquica. 
[11] El propio Lacan intenta distanciar el concepto de falo del de pene utilizado por Freud, del mismo modo en que intenta despegar "el Edipo" de la historia con personajes de carne y huesos: "El falo (...) no es un objeto (...). Menos aún es el órgano que simboliza (...). El falo es un significante (...) destinado a designar como un todo los efectos del significado" Escritos, 1955.