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El psiquismo y el arquetipo del Zodíaco

(Fragmento de la introducción del libro "Ascendentes en Astrología- Parte II" d Eugenio Carutti)

Solemos creer que los signos del Zodíaco describen “características personales”. Pero mal pueden hacerlo, cada vez que éstas son totalmente predecibles y aparecen escritas en los libros. Como dijimos en escritos anteriores, sólo son descripciones de las conductas más habituales con las que los sseres humanos respondemos a las cambiantes formas del Cielo. Nuestra percepción consensual –que creemos individual- se encuentra condicionada para interpretar el orden zodiacal siempre de la misma manera y esto es en general lo que el astrólogo “sabe”. Pero las conductas así descriptas, no son más que el conjunto de respuestas previsibles que -obedeciendo a los condicionamientos colectivos- se desencadenan cada vez que se activa cierta matriz vibratoria. Cuando identificamos una cualidad zodiacal con la respuesta arquetípica que damos a ella, no nos damos cuenta de que confundimos órdenes diferentes y esto nos hace perder de vista los procesos más ricos que la astrología podría aclarar.

Dos creencias fundamentales sostienen esta confusión:

La primera de ellas es el supuesto de que la estructura de nuestra psiquis es anterior e independiente al Arquetipo del Zodíaco. Dicho de otra manera, creemos que nuestro psiquismo posee una estructura diferente a la del cosmos y que, en todo caso, éste “influye” sobre nosotros.

La segunda, es que nuestra identidad es permanente y su modo de organización no está sujeto a evolución. (Aquí nos encontramos en medio del “nudo”. La conciencia separada percibe en términos de tiempo lineal y por eso utilizo la palabra “evolución”. Desde un punto de vista holográfico, deberíamos hablar de “distintos niveles de organización de la conciencia, simultáneamente presentes”. Lo que en realidad “evoluciona” es la relación entre ellos).

Estas creencias afectan decisivamente la relación entre cada “individuo” y su “destino”. Pero también condicionan las posibilidades de la humanidad en su conjunto, puesto que al impregnar las imágenes del inconsciente colectivo, imponen un límite definido para aquello que podemos concebir.

Sin embargo, la creencia de que la psiquis posee una estructura inmutable y que además es diferente a la del cosmos, no es en realidad un “error”. Como hemos visto, este malentendido forma parte del despliegue del arquetipo zodiacal al cual nuestra conciencia responde. Este contiene el paradójico patrón por el cual la ilusión de ser entidades separadas es absolutamente necesaria, en una determinada etapa de la evolución significada por los tiempos Cáncer y Leo. Este es el nudo que no percibimos porque nosotros observamos desde “esa” posición. Pero darnos cuenta de esto es el primer paso para comprender las fases que siguen, en el proceso del Zodíaco, de Virgo en adelante: la reabsorción de lo separado y la disolución del espejismo cíclicamente inevitable que nos condiciona.

Estas cuestiones pueden parecer inusualmente abstractas, en general, buscamos descripciones en las que podamos reconocernos, o el modo de establecer ciertas relaciones entre los acontecimientos de nuestra vida y nuestras características personales que nos permitan obtener mayor control sobre lo que nos sucede. Pero ¿es el sentido de la astrología satisfacer nuestras necesidades de reconocimiento y control o, por el contrario, el de llevarnos a una dimensión en la que estos anhelos se disuelvan por sí mismos y nos sea posible entablar un vínculo radicalmente distinto con aquello que nos rodea? ¿Quienes somos realmente? ¿El individuo –y la especie- que se experimentan absolutamente separados del mundo “externo” o el holograma del sistema solar, en cuyo “interior” la conciencia se manifiesta de acuerdo a las fases que su arquetipo encierra?