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El Zodíaco: un arquetipo de “tercer orden”

El Zodíaco forma parte de una clase de estructuras en las cuales las características de sus diferencias internas responden a la posición que ocupan dentro de la totalidad. En los planos vibratorios –o musicales- las cualidades surgen de la proporción en la que sus componentes se distribuyen. Así como una cuerda emite un sonido diferente de acuerdo a la relación entre su longitud total y el punto sobre el cual se ejerce presión, la cualidad de cada signo zodiacal surge de la división del círculo en doce espacios iguales. Una vez definido el punto de tensión inicial, cada uno de los espacios expresa una cualidad o vibración que es inherente a la posición que ocupa en el sistema. El orden de los signos con sus significados particulares es así intrínseco al Zodíaco, del mismo modo en que las notas musicales se suceden unas a las otras en una relación que no puede ser modificada. El Si es la vibración que se produce entre el Si bemol y el Do y no puede ocupar otro lugar en la escala, así como la cualidad de Virgo se corresponde con la posición entre Leo y Libra y el ángulo de 150 grados respecto a Aries. Esa cualidad es esa posición en el espacio, está determinada por la totalidad a la cual pertenece. En otras palabras, el significado de cada signo está definido por la estructura global del Zodíaco.

Podemos distinguir por lo menos tres visiones diferentes de la Matriz Zodiacal, de acuerdo al tipo de pensamiento con que se la aborda. En su nivel más ingenuo -donde predomina el pensamiento lineal- la astrología aún no alcanza a descubrir las relaciones profundas entre los elementos que están a su disposición. Se limita, en lo que al Zodíaco se refiere, a distinguir doce espacios a los que atribuye características intrínsecas e independientes entre sí. Bajo esta mirada, el círculo zodiacal no posee un significado en sí mismo en cuanto totalidad, se lo concibe simplemente como el resultado de la yuxtaposición o sumatoria de los signos. Las complejas relaciones entre el espacio, la posición que cada elemento ocupa en él y la conciencia determinada por ese ángulo particular de la estructura, permanecen completamente inadvertidas para este tipo de pensamiento.

Sin embargo, aún en este nivel, sabemos que en la medida que la vibración se manifiesta en planos concretos de la realidad, va adquiriendo diferentes significados -o formas- de acuerdo a la particular densidad de ese plano. Cada uno de los signos –aún vistos aisladamente- es una fuente sintética de significados que remiten a entidades diferentes e incluso contradictorias en el mismo nivel. En el plano psíquico, específicamente, la respuesta a la cualidad de cada signo se expresa en la proyección de diferentes imágenes colectivas sobre el mismo espacio. Así, el escorpión, la serpiente o el águila son evocadas cada vez que la psiquis está en relación con el octavo signo, el cual contiene a su vez imágenes arquetípicas tan disímiles entre sí como las del vampiro, el alquimista o el curador.

En la medida que la investigación fue creciendo en profundidad psicológica, ha sido posible percibir la lógica inherente a estos íconos y apreciar así una dinámica que describe distintas etapas en la evolución de la conciencia respecto a cada signo. Cada espacio zodiacal constela distintas imágenes arquetípicas y devela una coherencia entre las mismas, que suele permanecer oculta a los investigadores que ignoran la astrología. Esto se debe a que, en realidad, cada signo es un arquetipo de segundo orden, en el sentido de que opera como una matriz generadora de múltiples imágenes colectivas. El símbolo de Capricornio, por ejemplo, pertenece a un nivel en el que están encapsulados tanto el arquetipo del padre como el del diablo, el del monje o los significados arquetípicos de la piedra, del mismo modo en que Leo sintetiza los diferentes significados del rey, el oro o el león. Aprender astrología es precisamente desarrollar las cualidades que nos permiten descubrir la coherencia estructural que subyace a la multiplicidad, tanto en el plano de los hechos como en el de las imágenes psíquicas.

Desde el momento en que la astrología occidental –fundamentalmente a partir de Dane Rudhyar- comenzó a comprender el Zodíaco no sólo como una colección de símbolos sino como una estructura cíclica, se hicieron evidentes una serie de relaciones que antes pasaban inadvertidas. Se hizo imposible seguir pensando en los signos como espacios independientes y eso permitió que la secuencia zodiacal empezara a tomar un significado en sí misma. Esto posibilitó también que se profundizara en la lógica de los arquetipos asociados a cada espacio. A partir de ese momento, la secuencia de las imágenes colectivas dejó de ser aleatoria y el Zodíaco comenzó a ser percibido como un patrón ordenador de la dinámica psíquica.

Pero al dar un paso más y comprender que la matriz zodiacal no sólo simboliza un ciclo sino que también es un mandala, se hacen visibles nuevas correlaciones. El Zodíaco se revela –al mismo tiempo- como una matriz temporal que encierra las claves de cualquier dinámica secuencial y como un holograma que se manifiesta sincronísticamente; una estructura multidimensional que opera en el espacio-tiempo, superando la aparente contradicción entre secuencia y simultaneidad. Desde este punto de vista, el Zodíaco es un arquetipo de tercer orden: la fuente de doce arquetipos –los signos- que a su vez contienen una multitud de arquetipos diferentes.

         Arquetipo de tercer orden………………Zodíaco

        Arquetipos de segundo orden…………..Signos

        Arquetipos de primer orden…………….Imágenes arquetípicas

Esto nos indica que existe una diferencia de orden lógico entre los llamados arquetipos en tanto imágenes colectivas y la matriz zodiacal. Ambas clases de estructuras están ubicadas en planos distintos y esta distinción es fundamental para no confundir sus significados o tratarlos como equivalentes, tal como generalmente sucede. Ningún arquetipo conocido –en tanto imagen colectiva- agota los significados de un signo y menos aún del Zodíaco.