¿Es la carta natal el mapa de lo que soy?
Uno cree que la carta natal (CN) es "el mapa de lo que soy". De modo que conociendo con precisión la hora del momento de nuestro nacimiento podemos estar seguros de tener la posibilidad de saber quiénes somos.
Por eso le damos tanta importancia a nuestra CN. No estar seguro de ella sería no poder tener la certidumbre de saber quiénes somos. Necesitamos estar seguros de ser alguien definido y trasladamos esa seguridad a la CN. Tener una CN es garantía de poder saber quién soy.
Y decimos que lo que somos es la CN, es decir la carta astral del momento de nacimiento, del corte del cordón umbilical que nos mantenía unidos a nuestra madre. Decimos que somos ese momento. Incluso que nuestra vida empieza ahí.
El primer aliento es un momento significativo en la experiencia de nuestro ser. Y por eso la CN lo es. Pero ¿no habría otros momentos significativos para la revelación de esa experiencia? ¿No somos la CN tanto como somos, por ejemplo, la carta de la concepción? ¿No podría tener el mismo significado la carta de una adopción o la carta de cualquier momento sincrónico a la sensación de estar naciendo, de estar surgiendo a un estado del ser cualitativamente diferente al anterior?
Sin duda, podría responderse que esas otras cartas tendrán relación con la CN e incluso son sus tránsitos. Es cierto. Pero lo es tanto como que la propia CN es la carta de los tránsitos a otras cartas anteriores posibles. No se trata de que la CN es "la verdadera carta de lo que somos" y que otras cartas de otros momentos de nuestra vida sean sólo sus tránsitos. La propia CN es una carta de tránsitos. Nuestra sensación de ser individuos definidos son meros tránsitos.
No existe la verdadera carta astral de lo que somos. ¿Somos un proceso que comienza en el algún momento? ¿Somos una carta astral específica? ¿O toda carta es un instante de un proceso en desarrollo que excede nuestra comprensión y necesidad de definición personal e individual, una ráfaga de significado en el misterioso despliegue del ser?
Lo que soy no está escrito en ninguna parte ni tiene mapa alguno.
La CN es tan precaria como nuestra certidumbre de que somos lo que creemos ser.
La CN no es la definición de nuestro ser así como nuestra sensación de identidad tampoco lo es.
Lo que somos es misterio. La CN es una herramienta simbólica exquisita para intentar establecer un nexo con ese misterio del ser. La CN es un instante de ese misterio y tiene inscripto su despliegue. Pero no es la única herramienta, ni es necesaria, ni es suficiente para dar cuenta de aquel misterio. Ni única, ni necesaria, ni suficiente. Y no es ni el plano ni el mapa del ser.
No es nuestra necesidad personal de descubrirnos al fin la que saca provecho de nuestra CN, ni los anhelos de nuestra personalidad individual los que se valen de ella para lograr las instrucciones de nuestra felicidad. En verdad, parece como si el alma se valiera de ella para hacerse notar a nuestra conciencia, como sila CN se ofreciera para que podamos tocar un secreto dulce que nunca terminaremos de escuchar. La CN es un espejo que permite reconocernos cuando estamos extraviados y se esfuma o astilla en mil pedazos cuando creemos habernos encontrado.
Y si esto parece un tanto abstracto o teórico, vayamos pues a algo concreto.
La experiencia de hacer consultas es despersonalizante para el astrólogo. Durante una entrevista el astrólogo trata de sentir la carta del consultante. En el transcurso de ese encuentro se dispone a vivir lo que el dibujo de esa CN propone, como si fuera su propia CN. Y así con cada consultante. Se sale de la sensación de ser sólo "su" propia y exclusiva carta natal para tratar de sentir y ser también la CN de su consultante. Consultante y astrólogo participan de esa cualidad de ser. Y lo mismo hará el astrólogo con el próximo consultante y su CN. Y con el próximo y el próximo.
En consulta participamos de la experiencia de ser diferentes cartas natales, antes que de interpretarlas. No se trata de "ser bueno y ponerse en el lugar del otro", sino de sentir ese "otro" lugar. Uno es ese otro. Al menos lo es en el transcurso de la consulta. Y eso es amor.
La consulta astrológica es una experiencia amorosa, en lo más sutil, conmovedor y sagrado del término. No es la lectura de un análisis clínico para su posterior diagnóstico y prescripción de tratamiento a cargo del facultitavo. Haciendo cartas natales experimentamos la precariedad de la simple sensación de ser "nuestra" carta natal, la pobreza de creer que somos "una" carta natal.
Muchas veces un consultante nos trae algo que es pertinente a un tránsito de nuestra CN. Y nos parece prodigioso. Pero hay algo que lo es más aún. También muchas otras veces un tránsito del consultante nos pone en contacto con una información oportuna -lo suficientemente elocuente como para no poder obviarla- sin que se corresponda con un tránsito de nuestra carta. Así, un tránsito de la CN de nuestro consultante es clave para un momento de nuestra vida o para la comprensión honda de nuestra experiencia vital, sin que esa clave esté apareciendo con esa nitidez en nuestra propia CN. Lo mismo puede pasarnos con nuestra pareja, con nuestros hijos, con otros vínculos. La CN y tránsitos de "otros" revelan significados que estremecen a "nuestra" conciencia. La CN y tránsitos de "otros" participan de "nuestra" vida.
La astrología, su deslumbrante y afinada congregación de símbolos y significados, excede nuestra necesidad de cartas natales. La astrología es mucho más que estudiar cartas natales.
La astrología parece frustrar los intentos de definir "nuestro ser", de descubrir claves definitivas que nos brinden la seguridad de "ser algo que ya esté escrito en algún lado con coordenadas específicas". No nos permite definir nuestro ser porque, en verdad, nos invita -paciente e implacablemente- a participar de su misterio, todo el tiempo y en todo lugar, sin que nada quede fuera.
La experiencia de lo que es se impone a lo que creamos que diga o deje de decir una CN. La experiencia de lo que es no está supeditada a lectura ni interpretación de mapa astral alguno.
Y astrología es delicada resonancia con la experiencia de lo que es.