Es tiempo de aprender a vincularnos
Eugenio Carutti ya debe estar cansado de responder que la crisis económica mundial es nada más que una muestra más de lo que está ocurriendo a nivel planetario. “Estamos en plena transformación. Los próximos cinco años van a ser de una turbulencia permanente y nos vamos a tener que acostumbrar a vivir en la incertidumbre”, dice. Y va mucho más allá en sus explicaciones: cuenta que la Tierra está cambiando, y que nosotros nos estamos transformando con ella. ¿Qué significa esto? ¿Cuál es la actitud que conviene adoptar ante la crisis, económica y general? Eso y mucho más le preguntamos a nuestro astrólogo de cabecera –columnista habitual de la revista- que, a diferencia de algunos colegas, no disfruta tanto vaticinando sucesos signo por signo como invitando a la comprensión del entorno a través de sus conocimientos astrológicos.
“Lo primero que hay que entender es que está cambiando el contexto de la humanidad y, ante estos acontecimientos y otros que van a seguir ocurriendo, nosotros reaccionamos a partir de conclusiones que obtuvimos en experiencias anteriores. Las decisiones que estamos tomando son reactivas; no parten de una comprensión profunda de lo que pasa. Tenemos miedo y posiciones previas muy arraigadas: creencias y valores que se desarrollaron en otros escenarios, en otra realidad. Y una mente –individual o colectiva- sujeta a posiciones previas es muy lenta, poco flexible, no tiene serenidad, cree que sabe cómo tiene que hacer las cosas y cómo tiene que resultar lo que hace… Tarde o temprano nos vamos a dar cuenta de que todo es más complejo de lo creemos, todo es interactivo… todo es sistémico. La primera dificultad es cuanto tardaremos los seres humanos en entender que todo está relacionado con todo, que nada de lo que sucede aquí está separado de lo que sucede allá”, dice Carutti.
UM: Para ese cambio planetario, ¿importa realmente el concepto de “masa crítica”, o no?
EC: Importa. Importa profundamente el concepto de masa crítica. Y esa es la única razón para confiar en que este proceso no va a desbordar a la mente humana. Porque nuestra mente actual no está preparada para lo que está pasando. Esta es la idea principal. La mente que generó estos problemas -cuando digo ‘mente’ digo la mente, las emociones, las creencias, el tipo de deseo que generó toda esta situación-, no sirve para resolverlos. Por eso vamos a tener un largo período de transición con muchas idas y venidas, acciones y reacciones, necesarias para que se produzca el aprendizaje que permita otro tipo de mente, mucho más compleja, mucho más rica, de una sensibilidad mucho mayor. Esta sensibilidad ya existe en la humanidad pero está oculta, interferida por el nivel de inteligencia que solo busca auto preservarse. Cada individuo, cada nación, cada civilización, cada religión busca autopreservarse; es decir, buscamos conservar la supuesta pureza de nuestras creencias y tenemos miedo de mezclarnos y recombinarnos con otros porque cada uno cree que tiene la razón, la verdad, que sus valores son los únicos correctos. En consecuencia nos encontramos con un choque inevitable, que lleva a una gran destrucción de creencias, de ideas, de valores e incluso de sensibilidades, que están cambiando muy aceleradamente. Y esta inevitable velocidad de los cambios no es fácil de procesar. Por ejemplo, la distancia evolutiva entre la ubicación de la mujer en una sociedad como la nuestra y la que existe en algunos países de África se mide en siglos, y es algo que se va tener que resolver en cincuenta años. Aprendizajes que duraron siglos enteros para algunas civilizaciones, otras tendrán que hacerlos a enorme velocidad.
UM: ¿Por qué es necesario equiparar los aprendizajes ahora?
EC: Es inevitable, porque todo está interactuando con todo. Nadie puede permanecer aislado. Yendo más profundamente: el ser humano evolucionó en el aislamiento. Cada grupo creció envuelto en sus nidos, en sus creencias, y con una mente con creciente capacidad tecnológica, pero de muy poca capacidad vincular, con muy baja aceptación de lo diferente, de la experiencia de los otros. Entonces este es el final de un largísimo proceso evolutivo. ¿Por qué termina hoy? Porque por primera vez la humanidad se enfrenta consigo misma. Está por surgir la primera “humanidad”. Hasta ahora fuimos chinos, occidentales, hindúes, islámicos, pero no somos, ni siquiera sabemos qué es una civilización realmente “humana”. Sabemos lo que es un chino, tenemos una idea de cómo vive un hindú… ¿Pero qué es lo que hacemos los humanos cuando estamos juntos? ¿Cuáles son los valores humanos?… Ha llegado el momento de que las identidades aisladas, las creencias excluyentes se confronten, se mezclen unas con las otras, se recombinen y den un resultado completamente nuevo, donde todas las diferencias que antes parecían esenciales, de raza, de religión, de género, pasen a ser secundarias. Allí surgirá ya no una “idea” de humanidad, sino un verdadero sentimiento de humanidad. Las sensaciones y valores comunes solo se generan teniendo experiencias comunes, y en verdad estas son las primeras experiencias que los humanos estamos viviendo juntos al mismo nivel. Porque antes, incluso en las guerras mundiales, eran experiencias muy fuertes en algunas zonas y en otras casi no se registraban. Por lo menos en simultáneo. Ahora, todo lo que sucede, sucede en todas partes al mismo tiempo, y esto nos va a cambiar profundamente. Lo que tenemos que darnos cuenta es que este cambio -que desde un punto de vista es necesario y maravilloso- es también muy duro; por eso lo vamos a resistir, lo van a resistir los dirigentes políticos, económicos, religiosos; lo va a resistir cada ser humano, porque aún somos racistas, sexistas, muy cerrados en lo religioso... Pero la sola escena de ver en Estados Unidos a blancos, negros, latinos, todos juntos, unidos en la misma experiencia es una imagen muy potente y muy nueva a la que todo el planeta asiste. Es una imagen que va a operar en el inconsciente colectivo… La mente de los chicos de todo el mundo, que han asistido a esas imágenes, se está organizando de una manera completamente distinta a la mente nuestra, que creció viendo películas de guerra, nazismo, campos de concentración, odios raciales… Lo difícil es este período de transición, porque coexiste la vieja mente, que es controladora y egoísta, que tiene horror a la diferencia con una conciencia mucho más compleja y más rica, que disfruta gozosamente en el encuentro, en la mezcla de lo que antes estaba aislado; ambas mentes están en una tensión enorme. La elección de Estados Unidos se correspondió con una posición astral de máxima oposición entre lo nuevo y lo viejo: Urano oposición Saturno, el mismo día de las elecciones, y se enfrentaban el candidato más viejo de la historia de Estados Unidos con el más joven y diferente.
UM: ¿Era previsible el desenlace?
EC: Sí, no desde el punto de vista de la carta natal de los participantes sino en el del contexto global. Porque lo que está sucediendo y se profundizará en estos próximos cinco o seis años es la toma de forma de la la revolución cultural de la década del 60. La década del 60 fue una revolución cultural en todos los planos, y hasta ahora esa manera de ver las cosas coexistió con las anteriores; pero a partir de ahora va a tomar un enorme impulso y se va a imponer. Pero esto no quiere decir que durante este período de transición, la vieja mente no vaya a reaccionar con miedo o hasta con pánico, que incluso generen situaciones aún más difíciles que las que estamos atravesando hoy, eso no es para descartar; lo que yo descartaría absolutamente es la versión apocalíptica: el fin del mundo no va a suceder porque hay una masa crítica de conciencia ya preparada para dar el salto. El opuesto a esto es que no va a ser algo fácil o mágico, va a ser muy duro. La mente que va a sobrevivir es la mente sin posiciones, la que observa y aprende según lo que sucede. Entonces, vos me preguntabas cómo posicionarse personalmente ante la crisis. Lo primero es darse cuenta que uno forma parte de la vieja mente cada vez que simplifica las situaciones diciendo: estos son los malos, estos son los buenos, esta nación tiene razón, esta no; todo es mucho más complejo que eso, y los seres humanos estamos obligados a repensar y comprendernos por primera vez en tanto humanos. No hay ninguna civilización inocente, y creo que los occidentales vamos a pasar por una crisis enorme porque estamos totalmente convencidos de ser la civilización superior, y esto no se sostiene. Nadie que crea ser superior, nadie que crea tener la verdad, lo va a poder sostener. Y cuanto más fuerte sea esa creencia, mayor va a ser la crisis. Hoy están en juego civilizaciones como la china, como la hindú, de una antigüedad y una profundidad mucho mayor que la nuestra. Nosotros no sabemos nada de ellos y son dos tercios de la humanidad. Estamos totalmente ubicados en el centro, y justamente lo que se ubica en el centro es lo que va a sufrir, porque la lógica del proceso es hacia un descentramiento. El descentramiento nos obliga a recombinar las experiencias para que pueda aparecer la primera humanidad, el “primer ser verdaderamente humano”. Porque, más allá de las diferencias secundarias de la historia, la misma conciencia debe reconocerse como humana en un africano, en un aymara, en un hindú...es la misma conciencia que ha crecido en un sinnúmero de experiencias diferentes y que hoy realiza su primera gran síntesis.
UM: Estamos asistiendo a un salto evolutivo de la especie…
EC: Exactamente… En realidad yo quería empezar por ahí, pero a vos te pasa lo que a todos: hay una ansiedad… (risas). Esto es un salto evolutivo de la especie, pero el ser humano no es el centro de este proceso, este es un cambio de la Tierra. La Tierra está viviendo un cambio gigantesco, el planeta se está reorganizando por completo y para eso la conciencia humana tiene que dar un salto.
UM: ¿Podrías explicar cómo es exactamente ese movimiento que está haciendo la Tierra? ¿Y cuánto va a durar este proceso cósmico?
EC: Lo primero es abrirnos a pensar que los humanos formamos parte de una organización inteligente a escala cósmica que todavía no comprendemos. Nosotros -muy torpemente- creemos ser el centro de la Tierra y la inteligencia superior del Universo, lo cual es ridículo. Pero ahora estamos en condiciones de comprender la maravilla de un universo inteligente que nos contiene. Se están produciendo alineamientos del sistema solar con el centro de la Galaxia; nuestro sol está entrando en un nuevo ciclo de actividad; tenemos un alineamiento de planetas de nuestro sistema solar muy particular y todos estos niveles coinciden de una manera excepcional. Esa coincidencia de procesos globales desemboca en un cambio de vibración en la Tierra. ¿Qué significa esto? En principio, que todo se hace intensamente interactivo. Cuantas más interacciones más vibración.. Si dos polos están muy lejanos y no interactúan, la vibración que generan es muy baja; en cambio si están muy cerca, aumentan sus interacciones, aumenta la vibración. Esto es lo que está sucediendo en la Tierra en todo sentido. Aumenta la vibración en los vínculos humanos, la vibración emocional, la psíquica, la mental, y aumenta la vibración a nivel físico con el reino mineral, con el animal, con el reino vegetal… La Tierra vibra de otra manera. Hemos venido hablando de esto los últimos 30 años pero ahora está realmente sucediendo y cada uno lo puede percibir. Al aumentar las interacciones tiene que cambiar la velocidad de percepción, y tiene que cambiar la sensibilidad, porque cuando la vibración es más baja las reacciones entre un polo y otro tienen menos consecuencias; cuando la vibración es más alta, si la interacción es por acción y reacción, esto lleva a a una escalada crítica que termina en colapsos. Esto se va claramente en lo que está sucediendo en lo económico: lo difícil es ver cómo se detiene el pánico que activa la cadena de acción y reacción para no llegar al colapso. Tenemos que tomar lo que está sucediendo en lo económico como un aprendizaje paradigmático para todos los niveles: porque esto sucede también en el plano de los valores, de la sexualidad, de la familia, de las creencias religiosas… En todos los planos hay una interacción tan grande, un aumento de vibración tal, que cambian las sensibilidades, las ideas, hay que dar otras respuestas.
UM: Va a cambiar la manera en que nos vinculamos.
EC: Está cambiando. Lo que tenemos que hacer es aceptarlo y entenderlo. Porque todo nuestro tejido vincular, el de todas las civilizaciones, tiende a la auto-preservación de ciertas creencias, de ciertos valores exclusivos. Y en lo que está sucediendo es imposible preservar los ámbitos cerrados en los que nuestro psiquismo estaba acostumbrado a moverse. Uno ha aprendido a crecer envuelto, rodeado de una protección lo más fuerte posible, con lentos cambios ahí adentro. Y ahora, todas las burbujas dentro de las cuales crecíamos protegidos, tanto a nivel global como individual, estallan. Ya no hay protecciones, como si hubiera cambiado el sistema inmunológico humano, entonces entra lo diferente en todos los ámbitos, y rompe el sistema anterior. ¿Y cómo responde el ser humano que anhela conservar sensaciones viejas cuando está teniendo sensaciones nuevas? La respuesta es bastante simple: hay que abrirse a lo nuevo y confiar que esta destrucción de lo viejo no es una aniquilación sino una transformación en la que se va a reelaborar todo lo anterior; la evolución siempre conserva lo mejor de lo que anteriormente creó bajo nuevas formas. Pero si nos aferramos a lo viejo hay sufrimiento a nivel individual y a nivel global.
La inteligencia que nos falta “Tenemos una muy pobre inteligencia vincular. Somos muy simbióticos, posesivos, dominantes, dependientes, controladores. Toda esa emocionalidad es muy precaria y en esta enorme aceleración interactiva se ve obligada a cambiar, porque hay que estar abierto a personas que piensan de manera completamente distinta, que creen en cosas distintas, incluso que sienten distinto. Esto está sucediendo; se enamoran un chino y una sueca y eso es un cambio de sensibilidades impresionante. Hasta hace cincuenta años, se trataba de que los matrimonios fueran de la misma cultura, del mismo nivel socioeconómico. Este es un paradigma que algunos aún tratan de sostener pero es insostenible. Un concepto fundamental que debemos incorporar es el de “evolución”. La vida va tomando formas que son funcionales en su momento pero después las abandona por otras más adaptadas a sus procesos. La vida crea y destruye formas constantemente. Cuanto más comprendamos este proceso de creación y destrucción de formas como propio de la vida, más vamos a alinearnos con la vida y vamos a darnos cuenta de que ninguna forma es eterna, toda forma tiene su duración en el tiempo. Nos agarramos del concepto “familia” y decimos “¡no quiero que cambie!”, pero la palabra es lo de menos. Lo importante es que hay un tipo de vincularidad que se recrea y se seguirá recreando. La mente aferrada a posiciones no lo puede tolerar, porque dice “tiene que ser así”. Como el abuelo o el padre de uno que decía “yo sé cómo son las cosas”. Ese tipo de mente es infantil, porque jamás existió un ser humano que supiera realmente cómo hacer las cosas: siempre tuvimos que aprender. Solamente que aprendíamos lentamente en tradiciones mucho más lentas, que duraban mucho más y se reforzaban a sí mismas de una manera muy autoritaria, y de pronto hay un aprendizaje desconcertante pero que permite una apertura, un crecimiento enorme. No se trata de decir “todo vale”, porque esa también sería una posición. Pero si hay una inteligencia despierta, si hay una afectividad desarrollada, si tengo una mente sin posiciones puedo ir descubriendo en cada caso y para cada persona y en cada contexto cuáles son las nuevas maneras, las nuevas formas de relación. En los niveles inconscientes hay una fuerte tendencia a la homogeneidad: que todos deberíamos pensar igual, sentir igual, vivir igual… Esto es estar con el viejo paradigma. Vamos a coexistir con muchas maneras diferentes de vivir, con diferentes niveles de conciencia, porque el aprendizaje es ese: poder enhebrar un tejido humano donde seamos muy diferenciados pero sin aislarnos unos de los otros; muy diferenciados pero interactivos. El punto es que entre tanto vínculo, parece que faltara código. Antes los vínculos eran más homogéneos, entonces había códigos más claros. Encontrar los códigos de una vincularidad tan heterogénea y de tan alta velocidad es uno de los desafíos que nos esperan”, anuncia Carutti.
UM: ¿Y cómo hacemos para entrar en código?
EC: Para entrar en código primero tenemos que confiar en que esos códigos ya existen: están latentes y se tienen que activar. No nos hemos sensibilizado aún a ellos, pero hay códigos encriptados en el ser humano que están entrando en actividad y nos van a permitir construir puentes y vincularidades mucho más creativas. Una mente que cree que sabe es una mente que no aprende, y entonces no crece. El paradigma de nuestra época es aprender. La Tierra está aprendiendo a ser de otra manera, la humanidad está aprendiendo, entonces cada ser humano tiene que estar dispuesto a aprender todo de nuevo. No para saberlo y quedarse quieto, sino porque de aquí en más sea “todo” aprendizaje. Esto no sucederá de inmediato o en los próximos cuatro años; tomará por lo menos unos 200 años. Pero esto no se va a aquietar, sino que vamos a entrar en ritmos absolutamente diferentes y vamos a aprender a funcionar desde ese ritmo. Si uno mira ideológicamente puede ponerse crítico, puede decir “ya no hay valores”, pero lo que hay que poder comprender es que estamos en un período de experimentación. Hay muchos valores que parecen importantes, pero en verdad surgen del miedo y la rigidez. Quizás algunos de esos valores se conserven pero desde una conciencia mas elástica, más flexible, con mucho menos miedo. La mente que conocemos es muy hábil tecnológicamente pero es muy torpe psicológicamente; va a haber una revolución en los próximos cien años en la manera cómo los seres humanos nos comprendemos a nosotros mismos; esta revolución recién empieza.
UM: ¿Cómo haremos ese aprendizaje?
EC: Durante miles y miles de años, hemos dormido psicológicamente y nos hemos hiperdesarrollado tecnológicamente. Este es un momento predeterminado. La confluencia de todas las civilizaciones en un solo espacio era inevitable. Pero estando identificados con la inteligencia tecnológica no hemos desarrollado la otra, que nos permite realmente intercambiar y comunicarnos en niveles profundos. Entonces puede haber guerras, crisis económicas, crisis sociales, crisis ecológicas. El destino siempre trae el aprendizaje necesario. Los humanos, para darnos cuenta de que somos una sola humanidad necesitamos tener problemas comunes. Para poder resolverlos todos juntos. Porque si no, lo resuelven los rusos por su lado y los chinos por el suyo… Tenemos que enfrentar problemas juntos para arremangarnos entre todos. Y tenemos que tener problemas con la naturaleza para darnos cuenta de que somos la naturaleza. Por eso tenemos que tener problemas con el agua, y con el aire... Porque nosotros creemos que somos independientes del oxígeno, independientes del universo, y la única manera de que esas ideas absurdas cambien, no ideológicamente sino profundamente, es con problemas: con grande problemas ecológicos que nos hagan ver que somos una especie más junto a otras especies. Vamos a darnos cuenta de que hay una inteligencia de la Tierra con capacidad de autorregulación. Pero tenemos que entrar en esa sintonía. Hasta ahora todos los movimientos ecológicos siguen siendo ideológicos.
UM: A nivel personal, ¿puede ocurrir que uno atraviese períodos de sensibilidad y otros de desconexión?
EC: Esta es la transición. Psicológicamente debemos darnos cuenta que vamos a oscilar entre un polo más sensible, interactivo, abierto y veloz y otro polo remanente que es cerrado, posesivo, que se aferra a sensaciones muy antiguas y conocidas. Vamos a abrirnos a las nuevas sensaciones y vamos a retroceder y a quedar tomados por las sensaciones viejas. Eso también es necesario porque tenemos que comprender el origen de las oscilaciones, comprender por qué éramos o somos de cierta manera; no podemos por un acto de voluntad decretar que vamos a ser distintos. Hay un proceso inevitable de expansión y contracción en cada uno, y cada uno tiene que aprender a oscilar con cada vez menos reactividad.
El primer paso es sentirnos “humanos” y no chinos o argentinos. El segundo paso es sentirnos “terrestres”, darnos cuenta que son tan importantes los árboles como los humanos. Es comprensible que los humanos hayamos pensado que somos más importantes que los árboles, pero llega un momento que tenemos que darnos cuenta que no. Los árboles son tan importantes como nosotros. Sin árboles no hay vida. La idea de que los árboles son fundamentales la tiene mucha gente hoy en día, pero el sentimiento de ello es otra cosa. Tendremos un tejido colectivo mucho más complejo y rico, donde va a haber personas que tendrán grandes ideas e ideales y otras personas que van a sentir en su cuerpo lo que los otros solo pueden pensar. Algunos van a tener el ideal de unidad con la naturaleza y otros van a sentirla realmente. Van a sentir la presencia vital de la Tierra como una maravillosa inteligencia que actúa en nuestras vidas. Y no es que todos tengamos que registrar de la misma manera, sino que aprenderemos a registrar de maneras diferentes y a compatibilizar nuestros registros diferentes. Para la vieja mente, el que no registra de la misma manera, es descalificado. Tenemos que darnos cuenta que no existe el registro absoluto, sino que tenemos que desarrollar nuestras diferencias y características particulares y aprender a coordinar los diferentes niveles de información que cada uno capta. Pero estamos recién entrenándonos en una mayor delicadeza vincular, somos muy torpes vincularmente aún; podemos estar seguros que la humanidad del futuro va a ser mucho más delicada, mucho más sutil, va a poder enhebrar conversaciones, búsquedas, exploraciones en múltiples niveles de una manera que lo que estamos haciendo nosotros actualmente nos va a parecer de una tosquedad casi brutal; nuestros enfrentamientos, nuestra resistencia a lo diferente, nuestra posesividad nos van a parecer rasgos sumamente desagradables.
UM: No va a haber peleas…
EC: Yo creo que podría haber, por lo menos confrontación porque la confrontación es importante, pero sí menos reacción y antagonismo. Una cosa es no estar de acuerdo e ir buscando el acuerdo con un grado de tensión y otra cosa es reaccionar a lo que el otro trae y querer aniquilarlo, querer tener razón a toda costa y anular la postura del otro. Claro que esta delicadeza de interacción no se va a dar uniformemente. Va a haber una masa crítica que desarrolle esta delicadeza de interacción y que al mismo tiempo comprenda a quienes aún no la tienen, y convivan con ellos. Porque si no, volvemos a lo mismo…
UM: ¿Hay cada vez más personas conscientes de la precariedad de nuestros vínculos?
EC: Yo creo que reconocer esto es una herida narcisista muy fuerte, porque los seres humanos nos creemos mucho más maduros de lo que en verdad somos. Poder admitir que somos inmaduros es… es lo que está pasando. Nos estamos dando cuenta de que no importa cuál es el sistema, no importa cuáles son los dirigentes, en todos lados hay problemas, carencias, limitaciones. Entonces no es cuestión de señalar: acá están los buenos, y acá están los malos. Es que los humanos tenemos un techo en nuestras capacidades que no sabemos cómo enfrentar, y tenemos que entender eso. Hasta ahora, si pasaba algo era porque “los malos” o “los que no saben” habían hecho las cosas “mal”. Con estas experiencias que estamos viviendo todos, se hace evidente que nadie sabe, que todos somos limitados, pero que todos podemos aprender. Pero hay una enorme resistencia psicológica a aceptar esto. Una de las cosas propias de este tiempo es lo que podemos llamar la “muerte del Padre”: nos vamos a dar cuenta que nadie sabe, y que en realidad nadie supo nunca como eran las cosas en realidad.
UM: ¿No es que en lo profundo cada ser sí sabe y lo tiene que descubrir?
EC: No es que lo sabe, lo tiene que aprender. Si no, seguimos conservando la sensación de que alguno, por alguna cuestión mágica, es un iluminado, ya tiene la Verdad. Y eso no es así, es un aprendizaje, un trabajo individual, y colectivo. La verdad no es algo definitivo, la verdad se mueve porque la vida es creación; por eso no se puede tener la verdad; se está moviendo; pero podemos estar abiertos a ella y a su movimiento, lo cual es muy distinto. Hasta hace 500 años pensábamos que la Tierra era el centro del universo. Fue un duro aprendizaje darse cuenta que no era así. Hemos descubierto que gran parte de lo que hacemos tiene origen inconsciente; este conocimiento tiene más de medio siglo y hay personas que aun no lo pueden admitir, porque es duro darse cuenta que tenemos que “descubrir” como estamos hechos. Es comprensible: cada tribu asustada y encerrada en su pequeño mundo desarrolló un montón de ideas para explicar la vida y el universo y mientras estaba encerrada en sí misma, el relato le funcionó. Y ahora el mundo se hizo muy grande y esas pequeñas visiones caen, pero con mucho dolor, porque estábamos muy orgullosos de lo que creíamos.
UM: Cuando menos apego tenga uno, más fácilmente se va a adaptar al nuevo proceso.
EC: Sí, menos apego pero a su vez mucho afecto. El opuesto es negar todo el proceso anterior. Estoy convencido de que dentro de 500 años nos vamos a dar cuenta de lo ridículo de nuestras ideas actuales, se van a revelar tan ridículas como nos parece hoy la teoría de la tierra plana sostenida por cuatro tortugas. Aún no tenemos la sensibilidad para registrar cómo es el universo, así como cuando se creía que la Tierra era chata porque no tenían los medios para registrar que es redonda. Cuando los desarrollaron, pudieron registrarlo y vieron que era ridículo lo anterior. El ser humano crea una burbuja para vivir, que luego estalla, para dar lugar a otra burbuja nueva, más grande, que también va a estallar. Comprender ese patrón a uno le permite reconocer cuándo la burbuja alcanzó su elasticidad máxima y está a punto de estallar, confiando que está preparado otro campo de experiencia, que tiene sus nuevos códigos pero que tenemos todas las posibilidades de movernos con esos nuevos códigos. Lo importante es que entendamos que es inevitable estar dentro de una burbuja: tenemos ilusiones y creencias que son ilusorias, pero que son útiles en este momento. Pero esa burbuja va a estallar inevitablemente y está muy bien que estalle, porque va a haber otra burbuja preparada, más grande e incluyente. Una nueva revelación que también se va a revelar limitada en el momento oportuno.
UM: A nivel cósmico, ¿cuánto hace que no se da una situación como la que estamos atravesando?
EC: La combinación de factores alineados solo se repite en términos de eras, no de años, siglos o milenios. La idea de humanidad recién apareció en el siglo XIX, ahora empieza la “experiencia” humanidad. Estoy convencido de que va haber un cambio radical en la especie en los próximos 200 años, un nuevo tipo de humano más allá del nivel mental con el que hoy estamos identificados.
UM: ¿Cómo se llamaría… el homo-qué?
EC: Bueno, encontrar una palabra es muy difícil porque no hay ninguna que no sea unilateral… Pero nos vamos a dar cuenta que el cerebro humano es un sintonizador. Hasta ahora creemos que cada uno piensa por su cuenta con una inteligencia propia… Pero cada uno es un sintonizador que puede estar sintonizado con las corrientes de pensamiento y emociones de los demás seres humanos, o con niveles más sutiles, mucho más sutiles y globales; aún más sutiles e inmensos. Todas las tradiciones orientales y espirituales comprenden esto, que somos un mamífero que lleva dentro de sí un sintonizador multidimensional. De lo que trata el entrenamiento espiritual es de tranquilizar al mamífero para que podamos desarrollar todo el potencial del sintonizador. Este es el paradigma esotérico. La diferencia es que en los próximos 100 años esto va a dejar de considerarse “esotérico” para ser un paradigma cultural.
UM: ¿Por qué en Oriente está esta conciencia hace tantos años y en Occidente ni noticias?
EC: Porque todo proceso viviente se mueve en direcciones complementarias. Así como somos varones y mujeres, y tenemos diferencias que son complementarias, las civilizaciones son complementarias. La conciencia de tiempo que tienen los orientales es muy distinta a la que tenemos los occidentales. El nuestro es breve, lineal y rápido, el de ellos es lento, rítmico y larguisímo. Ahora, si la evolución humana hubiera sido solamente en tiempo oriental, jamás se hubiera desarrollado la tecnología. Lo importante es el momento –que es lo que está sucediendo- en que se empiezan a entrecruzar las cualidades que necesariamente se desarrollaron en forma complementaria, porque este es un patrón universal: varones y mujeres, hemisferio derecho y hemisferio izquierdo, oriente y occidente. El símbolo de esto es la doble serpiente, que se va encontrando y separándose; es un patrón de la existencia. El arte está en saber complementar la oscilación rítmica de las diferencias.
UM: Hay mucha literatura sobre el año 2012. ¿Qué tiene que ver con el proceso que estás describiendo?
EC: Bueno, tiene todo que ver porque es el año de mayor confluencia de todos los factores que estamos hablando. Pero ya estamos en el 2012. Es un “ahora” que ya está sucediendo. Es esto que está pasando y nos vamos dando cuenta cada vez más. Cada uno va a decir: “Ah! Estoy viviendo en un planeta diferente!”, en su tiempo, en el momento en que lo vea. Pero ya estamos viviendo en un planeta diferente, donde las sensibilidades van a ser cada vez más diferenciadas. La clave del paradigma no es la homogeneidad sino la interconexión. Poder entretejernos en diferencias creativas.
UM: Volviendo al comienzo, ¿algún consejo para acompañar el proceso?
EC: Lo primero es darse cuenta de cuán reactivo es uno. Identificar cómo y cuándo uno reacciona y no acompaña, no investiga. La reacción se da cuando uno tiene una posición previa, que hace que cualquier estímulo lo haga saltar. Hay niveles de inevitable reacción, como el miedo, la excitación. Todas las tradiciones espirituales implican un trabajo sobre el exceso de reactividad, no por represión sino por comprensión. Cada uno tiene que estar muy atento a su propia reacción, y en los vínculos identificar cuándo lo que se desata es un proceso de acción y reacción que nadie podrá detener hasta llegar a un punto de descarga. Comprender cómo no sabemos hacer circular correctamente nuestras tensiones es fundamental. La interacción colectiva tiende a desarrollar un exceso de carga en nosotros: las noticias, el estrés, los comentarios incesantes, y eso hace que cada individuo se cargue y como no sabe qué hacer con eso, después descarga en los vínculos, y desata otro proceso de acción-reacción. Empezar a darse cuenta de esto es muy importante, y poder darse cuenta vincularmente cuándo hago un movimiento que provoca una reacción en el otro y el otro en mí, cuándo puedo ir más allá de esta reacción, comprender por qué lo hice, por qué lo hizo… Las reacciones están basadas en una serie de supuestos (que yo tengo razón, que tengo derecho, que el otro es así), una serie de posiciones previas.
UM: No nos vinculamos desde el amor sino desde la idea de cómo debería ser la relación…
EC: Exactamente. Y no sólo en las relaciones personales. Cuando seamos personas menos reactivas seremos más inteligentes en todos los ámbitos de la vida. La baja inteligencia cree que ganando siempre le va a ir mejor. Una inteligencia más compleja se da cuenta de que para que yo sea feliz tenés que ser feliz vos; para que me vaya bien a mí te tiene que ir bien a vos: hay que hacer que la energía circule.
Articulo publicado en el año 2009 para la revista Uno mismo.