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El humano como función planetaria

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Nuestra civilización recién comienza a pensar en términos de sistemas. Pero estamos muy lejos de haber aprendido a vivir como una parte de ellos. Estamos muy lejos de aceptar que la especie humana cumple una función específica dentro del sistema Tierra. El destino -la consecuencia de nuestros actos y creencias- nos conduce inexorablemente a aceptar nuestra dimensión planetaria. En este momento discutimos intensamente acerca del calentamiento global, la depredación de los bosques tropicales, la falta de agua. Por las malas más que por las buenas, empezamos a darnos cuenta que formamos parte indisoluble de la vida terrestre. Este es un nuevo y muy difícil aprendizaje para nosotros; pero más tarde o más temprano, con mayor o menor sufrimiento los hechos que deberemos enfrentar nos harán comprender que el planeta Tierra es un organismo viviente infinitamente más complejo que el ser humano. Y que nosotros somos parte de ese bello organismo. ¿Por qué no podemos verlo? ¿Por qué nos sentimos tan importantes, tan superiores y excepcionales?

Psicológicamente sabemos que cuando un individuo se cree superior a los demás está respondiendo inconscientemente a una carencia que debe compensar. Su intima sensación de vacío lo obliga a confirmar su imaginario poder con actos que tarde o temprano se revelarán desastrosos para él y para quienes lo rodean. Ese ego de bases tan frágiles necesita proclamar continuamente su supuesta superioridad. Pero, ¿no hacemos acaso lo mismo en tanto humanidad? De nuestros terrores ancestrales han surgido todo tipo de creencias y teorías que no tienen fundamento alguno. Que son sólo compensaciones de nuestro frágil ego colectivo. Meras justificaciones de nuestro accionar predatorio.