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La astrología es una obviedad compleja

"-Desnudate-"

Le dice al  fin el alma

Al cuerpo divino

"-Y apiádate que está exánime-"

Y vuelve en sí

Y vuelve en sí

Como una flor

Que al tiempo ignora,

¿Y qué hora es, y qué día es hoy?

(Luis Alberto Spinetta)

 

No existe una realidad "allí afuera", objetiva, ya dada, esperando ser descubierta por aquel que logre desarrollar el conocimiento y sabiduría necesaria. Pero existe una realidad que se revela nítida a la conciencia.

Por ejemplo, si bien Saturno sí existe como planeta físico en el Sistema Solar, no existe como "cosa" si nos referimos a él como principio energético. Así considerado astrológicamente, Saturno no es algo que está allí afuera esperando ser descubierto por la mente sagaz. Pero Saturno se transparenta en hechos que experimentamos, gracias al don que opere en la conciencia para así significarlos.

La conciencia significa ciertos hechos y ese significado transparenta un principio universal.

No es un significado inventado, ni descubierto, sino que es revelado, transparentado. Esa realidad que se revela no "tiene" sustancia material por sí misma, sino que adquiere sustancia material. Esa realidad es como un océano de principios universales sin definiciones espaciales ni temporales, pero que participan de otro orden de sustancialidad, un orden que se actualiza o realiza (se hace actual o se hace real) en el mundo que percibimos con nuestros sentidos. Esa otra sustancia tiene más que ver con la del inconsciente: los sueños, las visiones, las sincronicidades… Es la sustancia a la que podemos aludir con símbolos, imágenes o la metáfora poética, antes que con la estricta técnica, los conceptos impecables o el ensayo concienzudo. Ese orden no es previo a la conciencia que lo percibe, sino simultáneo a ella, coexistente. El orden del misterio y la conciencia que lo transparenta no son uno consecuencia del otro (ni mucho menos "sublime ascensión" uno y "pecaminosa caída" el otro), sino un sagrado vínculo que crea el mundo, la amorosa dinámica que genera todo aquello que definimos como realidad.

Volviendo al ejemplo, ese principio universal al que nombramos "Saturno" sólo existe al valerse de sustancia material para hacerse visible, se hace actual en personas, cosas y hechos percibidos por nuestros sentidos para ser reconocible por la conciencia (en este caso en figuras como el padre, la autoridad, los mandatos, las instituciones, el tiempo, los límites corporales, la estructura ósea, etc.). Ese principio responde a una dimensión que podríamos llamar vibratoria, al orden de la energía, no de la materia concreta en la que se manifiesta.

¿Recuerdan aquel juego infantil en el que poníamos una hoja de papel en blanco sobre una moneda y luego pasábamos un lápiz hasta que quedara la impresión del relieve de la moneda sobre el papel? La "moneda" sería aquel principio energético universal (y, por extensión, el potencial de todos los principios energéticos sintetizados en una carta natal) y el "papel" la sustancia material de los acontecimientos concretos de nuestra vida. Confundir una cosa con otra (por ejemplo, que nuestro padre "es" Saturno) sería como confundir "la moneda con el papel que la transparenta después de haber pasado un lápiz": sólo conocemos la transparencia de la moneda en el papel (nuestro padre), no la moneda en sí (Saturno).

Tomando al pié de la letra este juego de "la moneda y el papel", se podría decir que todo lo dicho es absurdo, porque es obvio que corriendo el papel nos encontraríamos con la moneda real -de muy concreta y material sustancia para nuestros sentidos- y afirmar entonces que quedaría demostrado que la moneda "es previa" al papel sobre el que la hemos transparentado, que ya existía antes de cubrirla para nuestro experimento. Y considerando a Saturno como la "moneda" de nuestro juego, podría decirse con toda seguridad que el planeta físico al que llamamos "Saturno" existe de un modo astronómicamente muy efectivo y que, por cierto, "ya estaba allí" antes que el ojo humano lo descubriera.

Pero, ¿qué pasaría si quitáramos el papel y no hubiera moneda alguna? Nos parecería inaudito, imposible de que ocurra. No obstante, lo complejo de aquello que estamos investigando en astrología es que trabajamos con la paradójica sustancia del mundo psíquico, una sustancia con la cual "si corremos el papel no encontrarnos ninguna moneda". Nuestro supuesto astrológico no considera al planeta físico y sus hipotéticas influencias materiales, sino -si se me permite el término- al planeta psíquico. Es decir, en astrología atendemos a la correspondencia entre esa entidad que efectivamente existe en el plano material concreto y esa otra aparente entidad que actúa como principio energético en el psiquismo humano, y tratamos de estimular a la conciencia para que sea sensible a la sincronicidad del comportamiento cíclico de ese cuerpo en el Sistema Solar con los específicos acontecimientos de la experiencia humana externa y su inequívoco correlato interno. A diferencia de lo que ocurre en la realidad de la sustancia concreta, nuestra "moneda" no tiene ubicación espacial ni materialidad alguna. La moneda transparentada en el papel no tiene existencia física alguna previa al momento en que la presión del lápiz comenzó a revelarla. Nunca podremos dar cuenta de la moneda, no por falta de algún tipo de capacidad especial, ausencia de talento o de suficiente esfuerzo, sino porque no hay moneda alguna en ningún lado. Su existencia sólo cobra sentido en ese acto mágico de transparencia ysignificado del que es capaz la conciencia. No se trata de que la conciencia "descubre" a Saturno, no se trata de que Saturno ya está "ahí afuera" esperando que lo descubran, sino que el encuentro entre la conciencia (que significa) y el hecho (que se ofrece a ser significado) revela el principio saturnino; ese hecho resulta oportuno para que la conciencia lo signifique y se revele una pauta universal.

Esa conciencia que significa es "el lápiz presionando el papel". Mientras el lápiz no presiona, el papel nada pone de relieve. Esto es, mientras la conciencia no significa los acontecimientos, éstos se nos aparecen aleatorios, carentes de sentido, fuera de todo orden. Si la conciencia no está activa (lápiz presionando), el alma no se revela (moneda).

De este modo, aquella persona en la que veo Saturno o esa situación en la que veo Saturno, no "es" Saturno. Sencillamente, Saturno no tiene existencia en sí mismo (es la moneda que no existe en ningún lado). Esa persona o esa situación es la sustancia necesaria para que la conciencia transparente el principio universal saturnino. Es la conciencia la que puede ser capaz de darle a esa experiencia –a esa persona o situación aparentemente externa en la que veo Saturno- el significado saturnino. Es esa conciencia que se activa en mí y que no es mérito, logro ni conquista de mi yo, sino que es algo de lo que esa frágil sensación de identidad a la que llamo "yo" participa, pero que si pretende capturar entonces malogra y distorsiona (y estoy tentado de decir profana).

Cierto es que personas o situaciones específicas suelen ser significantes muy contundentes del principio saturnino, tanto que pueden parecer objetivos. Gran cantidad de personas (conciencias) pueden coincidir en encontrar en ellos la misma transparencia, y el efecto es tan potente y persuasivo que realmente parece que esa persona y esas situaciones "son" Saturno, más allá o previamente a la actividad de la conciencia que los significa. Esa ilusión de elocuencia y objetividad es un alto hechizo, tan irreal como creer que recortando el relieve de la moneda transparentada en el papel se dispondría entonces de una moneda de curso legal.

Toda realidad transparenta un orden. El orden no es previo al momento de ser percibido. No es un orden que ya está creado y ahora es descubierto por la mente sagaz. El orden es creado en el momento que se revela a la percepción, en el momento que  es visto. El orden es co-creado por la conciencia en vínculo con los acontecimientos. Y esto presupone un hecho prodigioso, trascendental y existencialmente estremecedor: la evidencia de que esa co-creación implica la disolución del borde que separa "conciencia" de "acontecimiento". Cuando la conciencia se reconoce (y mucho tiene que ver con un re-encuentro) en esos acontecimientos, percibe que es ese destino, se crea el mundo.

Nuestro destino transparenta un orden. La realidad de lo que sentimos, la vivencia concreta y material de lo que nos sucede, transparenta una verdad sorprendente, conmovedora y siempre misteriosa a nuestros esfuerzos racionales. La materia es la divina sustancia donde se transparenta el alma.