Por qué preferimos hablar de Código Natal en lugar de Carta Natal
La mirada que proponemos en Casa XI tiene como punto de partida la noción del Universo como vibración y más específicamente, como un entretejido de diferentes cualidades energéticas.
Nuestra pasión es investigar el misterio en el cual la relación entre la Tierra y el Sol y su danza cotidiana con la totalidad del sistema planetario, implica un fenómeno cargado de información vibratoria-quántica que cambia instante a instante y se condensa en las formas terrestres, hace cuerpo, encarna en los seres humanos. Lo que llamamos carta natal, es una representación simbólica en dos dimensiones de un momento específico de este movimiento planetario, percibido desde la Tierra.
El nombre de “carta natal”, como representación, hace referencia a la noción de mapa. En las acepciones más antiguas este concepto tenía un valor simbólico profundo, el mapa hacía referencia a un espacio sagrado que vinculaba dos dimensiones diferentes de la realidad. Esa noción de mapa es perfectamente congruente con la significación profunda de la carta natal, sin embargo, nuestra comprensión moderna ha diluído este significado y la palabra mapa ha quedado popularmente asociada a la geografía, es decir, al mapa como representación exacta de un territorio. Este modo de entender el mapa empaña captaciones más complejas del lenguaje astrológico en nuestra lógica cotidiana. Veamos los motivos.
En primer lugar podemos observar que la noción de mapa como representación de un territorio remite a la exploración de algo fijo, una entidad espacial determinada, que si bien sabemos que puede presentar variaciones a lo largo del tiempo, no es en sí mismo un movimiento, tal como es el sistema planetario-zodiacal. Tampoco un ser humano debería ser reductible metafóricamente a un territorio dado que esta noción refuerza nuestra sensación de ser entidades más o menos acabadas en lugar de percibirnos procesos en despliegue. Con lo cual, la idea de mapa geográfico puede resultarnos engañosa por cuanto tiende a subrayar el aspecto fijo de aquello que representa dejando de lado la dimensión dinámica. Aquí la pregunta que emerge es: ¿Somos entidades fijas o somos procesos interactivos?
Por otro lado, la noción de mapa queda inconscientemente asociada con la idea de búsqueda de algo específico en el territorio, lo cual diluye la posible sensación de exploración, y nos condiciona a sentir la búsqueda de un punto de llegada: el descubrimiento del tesoro o la salida del laberinto. Estos arquetipos en el inconsciente hacen que la carta natal, sea considerada por nosotros como una herramienta para encontrar algo que deseamos o para salir de una situación displacentera o sufriente. Nuestro anhelo de mejoramiento personal se evidencia en esta idea que y nuevamente vela las posibilidades creativas de la exploración: Buscamos llegar a un lugar, nos reguntamos por "cómo" lograrlo y el mapa se nos puede presentar como un manual de instrucciones a seguir, con el consecuente riesgo de mecanizar las respuestas que damos a los acontecimientos de acuerdo a un modelo a priori y un deseo consciente de mejorar..pero allí: ¿Quién desea?.
El mapa, a su vez, emerge como representación de un territorio que existe independientemente del mapa. Es alo externo al mismo, independiente y separado. Primero está el territorio y luego lo cartografiamos. Así, cuando hablamos de nuestra carta natal, sentimos que hablamos de algo externo a nosotros. El cerebro parace interpretar que, ante todo existo "yo" y luego yo "tengo una carta natal" que puede ayudarme a encontrar mi camino. Este registro además, queda reforzado por nuestro lenguaje que nos fuerza a hablar de “mi” carta natal o de que “tengo” el sol en Virgo, pronombres y verbos apropiativos, que dan cuenta de una entidad que posee objetos y la carta natal es uno más de nuestros objetos de posesión. Esta idea de "sujeto que es dueño de una carta natal", desdibuja una de las más profundas revelaciones de la Astrología: quien está enunciando estas frases no está por fuera de la carta natal sino que es un emergente de la misma. El sujeto que habla de “su carta natal”, es la carta natal hablado. Hablar de “mi” carta natal sería entonces una falacia lógica, análoga a la que cometemos cada vez que decimos “mi” cuerpo, como si ese decir no lo hiciera el cuerpo mismo. Sabemos que el lenguaje no puede evitar la fragmentación de la experiencia de lo real, pero podemos hacer un esfuerzo por ajustar los modos de nombrar a fin de complejizar nuestro modo de sentir. ¿Quén habla cuando digo: mi carta natal?
Al nacer somos, desde el punto de vista de la Astrología, un quantum potencial de información energética congruente a la que vibraba en ese instante del movimiento del Cielo y ese quantum está codificado en el sistema simbólico astrológico, de la misma manera en la que en la partitura musical está codificada la información para ejecutar una melodía. Aún no se ha organizado biológicamente la red neuronal que hace a la estructura completa de lo que será el "yo", la instancia que organiza centralizando las funciones del ser, donde se apoya la identidad que iremos construyendo. A lo largo del tiempo la información latente se irá exteriorizando hasta coagular algunas cualidades y dar lugar a la emergencia de lo que podemos llamar persona o personaidad, identidad consciente, sujeto, individuo, yo, según como prefiramos nombrarlo: Una imagen de nosotros mismos construida en el nivel mental-imaginario, entretejida a las sensaciones corporales que organiza nuestro estar en el mundo. Muchas otras cualidades del código, se manifestarán en el campo, el ecosistema vincular del cual forma parte, en una dinámica entre lo consciente y lo inconsciente, lo experimentado como mundo interno y lo que se siente como mundo externo, un equilbrio de luces y sombras en un único tejido sincrónico de correspondencias entre psique y destino.
Si somos rigurosos, entonces, el diseño de la carta natal no da cuenta de un territorio en sí mismo, un espacio recortado específico, sino de una movimiento. De acuerdo a la antigua acepción, está visibilizando un punto de contacto simbólico entre dos dimensiones dinámicas, con lo cual, se asemeja más a la noción de código. Un código está constituido por elementos simbólicos ordenados de manera tal que implican una información específica a desplegarse en una dimensión diferente a la del código mismo. La partitura es el código matemático escrito de la melodía sonora, el código genético inscripto en la molécula de ADN contiene la información química para construir un organismo e informar acerca de su desarrollo biológico, el código informático, en los distintos lenguajes de programación es el texto que genera el software que se ejecuta como proceso. De la misma manera, el código celeste, llamado carta natal, contiene la información vibratoria de la dimensión cósmica que se desplegará en un ser humano a lo largo de su desarrollo en el plano de la forma.
Desde esta percepción los seres humanos somos códigos cósmico-energéticos y biológico-corporales entrelazados, donde emerge una autoconsciencia o sujeto. Y la relación entre el sujeto, el código y el cuerpo lejos está de ser una relación de apropiación (mi código, mi cuerpo) sino de correspondencia o unidad de diferentes dimensiones. El sujeto emerge del código, no es simplemente descripto por él.
Consideramos entonces, que utilizar la noción de código en lugar de carta, es hoy en día (cuando la noción se ha vuelto colectivamente más popular y utilizada) más preciso en el sentido lógico y, por correspondencia, en el sentido sensorial. En última instancia, el valor de investigar Astrología, desde nuestro punto de vista, está en la posibilidad de sentir de una manera diferente. Dejar que nuestros hábitos y condicionamientos fragmentarios se modifiquen a medida que investigamos, en lugar de ponerle un techo a nuestras percepciones para que el conocimiento astrológico encaje en la estructura perceptiva con la que contamos, es la tarea creativa que tenemos por delante.
Sentirnos código encarnado, abierto a la circulación de información de la red de la cual hacemos parte, resulta fundamentalmente diferente a sentirnos entidades completas en sí mismas que tienen un mapa a disposición para conseguir el mejoramiento de sí mismos. Allí está nuestro compromiso.
Por Martina Carutti