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Sentir al revés

La percepción astrológica nos lleva a considerar que lo que llamamos Universo está organizado en diferentes dimensiones o planos, es decir, que es Multidimensional.

Percibir la realidad de esta manera nos hace evidente que algunos conceptos que creamos para describir nuestras vivencias desde la percepción habitual, podrían complejizarse. Por ejemplo, los conceptos psicoanalíticos de falta y castración, que señalan la estructural limitación del ser humano, connotan negativamente, debido a las palabras elegidas, la existencia de lo que podría percibirse, en cambio, como vacío creativo. Un espacio-agujero fundante del juego vital, donde lo que aparece como incompleto es necesario porque todo es vínculo y el vínculo es el encuentro de complementariedades. La diferencia que planteamos está en el foco perceptivo: los individuos experimentamos la necesidad del vínculo como una caída, una castración o una falta angustiosa, pero tal vez puede activarse un foco perceptivo más amplio, que llegue a observar que su limitación es la creatividad del sistema, e identificarse con ello.

La misma lógica perceptiva subyace a las teorías reencarnacionistas en las cuales lo que reencarna pareciera ser alguien en particular, la misma persona recortada y específica, lo que se ilustra con la frase “en otra vida yo fui x”. Distinto sería percibir, en cambio, a un ser humano habitando el plano físico en el momento presente que resuena vibratoriamente de manera inconsciente con vidas humanas que lo precedieron y que se organizan como información en un plano sutil. Una especie de línea de memorias de vidas humanas que tienen en común patrones vinculares y de comportamiento con las cuales los cuerpos encarnados resuenan.

El asunto es que construimos la realidad desde la ilusión perceptiva del yo, que nos hace pensarnos y sentirnos como una entidad completa y cerrada. Percibimos desde un centro interno al cuerpo y así, lo que es más allá de nosotros como una afrenta que nos angustia o como un suceso mágico que podríamos controlar. Lo que no podemos hacer es sentirlo al revés.

Cambiar el punto desde el cual se percibe implica, en principio, hacer un ejercicio de imaginación o de re-ubicación de la consciencia que nos permita pensarnos como manifestaciones de una realidad mucho más compleja, implicada en órdenes más abarcativos, y salir de la idea de que somos el último y definitivo eslabón de la evolución. Esa idea errónea, legítimamente basada en el hecho natural y biológico de cómo se organiza la percepción en el cerebro, es generadora de angustias y sufrimientos. Necesitamos sentir la existencia de un orden que nos contiene y del cual formamos parte a fin de dejar de lamentarnos y poder plantearnos nuevas preguntas que profundicen una investigación creativa acerca de lo humano.

 

Postes, cables y electricidad: una metáfora posible

Para comenzar a imaginar lo Multidimensional, podríamos suponer, básicamente, tres niveles en la organización que podemos ilustrar con el tendido eléctrico que construimos a lo largo del planeta. La imagen que proponemos es la de los postes que sostienen los cables por donde circula la electricidad que llega así, por ejemplo, en este instante, a la computadora donde se escriben estas líneas.  

El primer nivel a describir sería el nivel concreto o plano material, lo que simbolizamos con los postes. En este nivel el organismo humano autoconsciente o sujeto, organizado a través del yo, aparece como una entidad separada y diferenciada que entra en vínculo con otros yoes. Entendemos aquí al yo como una construcción más del cerebro humano que le proporciona la ilusión coherentizadora de ser una unidad individual y consiste en una serie de procesos cerebro-corporales sostenidos en imágenes visuales, olfativas, propioceptivas, etc. y un relato de situaciones vitales secuenciadas conservadas en la memoria. También podemos llamarlo narcisismo o ego (es necesario recordar que discriminamos dos vertientes de este elemento, como entidad-identidad cristalizada o como función-estado de conciencia del humano). Este es el plano que el psicoanálisis de Lacan ha denominado Imaginario porque el vínculo se establece en el plano de las imágenes que cada sujeto construye del otro en el cerebro, en última instancia aquí el sujeto entra en relación con otros objetos, aunque sean otros seres humanos. Y yendo aún más lejos, se relaciona sólo consigo mismo y las proyecciones de sus propias construcciones.

El segundo nivel sería el de los cables, el nivel en el cual las entidades separadas que los postes, o los yoes, parecen ser, se muestran en realidad interconectadas y en función de ser soporte de otra cosa, al servicio de una circulación, red o estructura dinámica y móvil. Los cables son canales a través de los cuales se produce la circulación, representan a los códigos y lenguajes que organizan el psiquismo, estamos ante el plano simbólico y arquetípico de la realidad.

Ambos niveles descriptos son inseparables y la existencia de uno hace a la del otro y viceversa. No hubiéramos puesto postes si no necesitáramos a los cables y los cables no se sostendrían si no fuera por los postes. La idea de existencia ilusoria de un poste deriva de su imbricación con el cable, es decir, el organismo humano se transforma en tal a través de su ingreso al código: Cuando un niño nace, y aún antes de nacer, ya está sumergido en el mundo de las estructuras simbólicas que lo contienen y le dan forma recortándolo de un magma energético indiferenciado originario. La percepción humana está organizada por el lenguaje, que nos permite procesar la información que captamos desde los sentidos de cierta manera. Sin ese código básico acaso percibiríamos corrientes de energía indiferenciada donde hoy vemos objetos discriminados,  por ejemplo.

Arquetipos, lenguaje, matrices simbólicas que posibilitan la organización, como interfase entre el plano del organismo–cerebro y un plano más misterioso que venimos suponiendo, que vamos a simbolizar con la electricidad.

El plano de la electricidad, de lo energético, vibratorio que estrictamente sería electromagnetismo, que en el esquema lacaniano se denomina Real. En este escrito me gustaría  llamarlo Amor: fuerza vital aglutinadora, generadora de vida.

 

La Multidimensión como circuito

Una vez descripto el esquema, deberíamos imaginar su aspecto dinámico: La circulación de la electricidad a través de los cables, gracias a la función de los postes, para ingresar en la Tierra. Podríamos percibirlo también como un circuito de ida y vuelta.

Sin embargo, nuestra percepción hace el recorrido partiendo de nosotros, los postes, a la electricidad, porque el poste no tiene, por ahora, herramientas perceptivas suficientes que lo dejen entrar en contacto directo con la electricidad. Pero, podemos entrenar una mirada más abarcativa y compleja que se identifique con la electricidad en lugar de con el poste y así empezar a entrenarnos en sentir al revés.

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Sería así: en principio todo es Amor, energía informe, abarcativa, eterno magma energético, vibratorio. Una fuerza magnética y cohesiva, una tendencia unitiva. Esa energía vital, al disminuir su frecuencia, bajar la velocidad de su vibración y volverse más lenta y más estable, genera corrientes, dado que en planos menos sutiles, más lentos, se comienzan a discriminar códigos y patrones, diseños, que la llevan a circular con un cierto orden. La energía se ordena de acuerdo a esos patrones según ciertas leyes: por ejemplo se divide en polos, genera tubos que empiezan y terminan en embudos que atraen y entregan energía generando remolinos que se retroalimentan: toroides, Chakras, etc, etc.  En esos movimientos sigue bajando de velocidad, se lentifica aún más y toma formas a través de las cuales se sigue expresando en el plano de la materia, en el cual las formas se cristalizan pero siguen conteniendo algo de esa energía.

El Amor permanece como la fuerza fusionadora, cohesiva, que ejerce presión para que se vuelva a unir lo que en el plano físico está separado necesariamente.

 

Vincularidad humana

Teniendo en cuenta que en un plano todos somos uno, podemos pensar que cuando los seres humanos se encuentran y se origina un vínculo es porque esa poderosa fuerza unitiva lleva a nuestra unión en el plano físico, dado que en otro plano formamos parte de corrientes vibratorias que pugnan por fusionarse. Es decir, el Amor intenta unir lo que, por razones creativas, se dividió en planos intermedios generando corrientes de cualidades diferenciadas.

En el encuentro entre cuerpos existe la posibilidad de que lo que se desarrolló por separado en corrientes vibratorias de determinada cualidad vuelva a reunirse para complejizarse y seguir evolucionando y viajando. Cada uno de nosotros es resultado del encuentro de diferencias (linajes y generaciones de cuerpos de hombres y mujeres que se entremezclaron y recombinaron sus cualidades para crear) y a su vez un recipiente alquímico o un tubo de ensayo donde esas diferentes sustancias se siguen alquimizando en el proceso de la vida.

En este sentido, el diseño de los patrones que organizan el deseo (arquetipos experimentados en situaciones biográficas-personales específicas, cruces en el espacio-tiempo, matriz energética-cartas natales en vínculo, los cables) son canales, caminos, rutas que llevan al encuentro de lo que en este plano está separado y esparcido al servicio de la creatividad vital.

Encontrarnos con otros y vincularnos es seguir ese recorrido de corrientes vibratorias diferenciadas que a través de nosotros buscan reencontrarse.

Por eso el Amor es aterrador y angustiante para el plano del yo, los postes, porque amenaza con arrasar toda forma aislada constituida, lleva a la unión que es disolución de lo construido, lleva a la hibridación.

Gracias a la ceguera en el tránsito de las rutas del deseo, rutas magnéticas que nos llevan al encuentro (inconsciente e incontrolable por el yo) los humanos llegamos a la integración de lo fragmentado: el Amor como totalidad vital cohesiva y creativa. El verdadero encuentro amoroso como re-encuentro de lo que se diferenció y que solo puede hacerlo a través del vínculo. En Astrología, esto quedaría simbolizado en la carta natal por lo que denominamos como “Centro del Mandala”, un punto de vacío donde todo circula y danza de manera unificada para manifestarse vincularmente en su movimiento expansivo y retroalimentarse en una dinámica de ida y vuelta (ver imágen del toroide).

Pareciera que la Vida necesitó y necesita desarrollar organismos capaces de amar para generar un circuito que evolucione, siguiendo la lógica dinámica del espiral: amor-formas amorosas en manifestación-amor. Circuito que se retro-alimenta incesantemente desde el plano material terrestre hasta las estrellas ida y vuelta, ida y vuelta... una y otra vez permanentemente.

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Por Martina Carutti